Teilhard de Chardin es una de las figuras más señeras del pensamiento humano en el siglo 20. Su personalidad es multifacética por lo que es susceptible de ser estudiada desde perspectivas que se podrían considerar inclusive antagónicas.
Nace en Sarcenat, Francia, el 1º de mayo de 1881. En 1892 ingresa al colegio de los jesuitas de Nuestra Señora de Mongré, de donde egresa en 1897 con el grado de bachiller. En marzo de 1899 entra al noviciado de la Compañía de Jesús en Provence. En octubre de 1900 se traslada a Laval donde termina su noviciado. Allí pronuncia sus primeros votos en marzo de 1901.Entre 1902 y 1905 cursa tres años de filosofía en la casa de Saint-Louis (Jersey). Desde 1905 a 1908 se desempeña como profesor de química y física en el colegio de los jesuitas de la Sagrada Familia en el Cairo. Desde 1908 a 1912 inclusive, viene el teologado en Inglaterra. En agosto de 1911 es ordenado sacerdote.Entre 1912 y 1914 estudia paleontología en Francia. Desde enero de 1915 a enero de 1919 participa en la Primera Guerra Mundial como camillero, obteniendo distinciones como la Cruz de Guerra en 1915, la Medalla Militar en 1917 y la Legión de Honor en 1920. En marzo de 1918 había pronunciado sus votos solemnes, con lo que realiza su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús.En la Sorbona prepara su licenciatura en ciencias naturales, siendo aprobada su tesis doctoral en marzo de 1922. Además de trabajar en el Laboratorio del Museum, desde 1920, es profesor de paleontología y geología en el Instituto Católico de París hasta 1926, fecha en que sus superiores decidieron que abandonara su cátedra. Lo admiraban como científico, pero lo temían como filósofo y más aún como teólogo, debido a ciertas ideas, sobre temas tan delicados como el pecado original, difundidas en sus conferencias a la juventud.En el Museum estudia los mamíferos del período terciario en Europa. Su tesis sobre este tema lo clasifica entre los primeros paleontólogos franceses y lo hace relacionarse con científicos de Estados Unidos, Inglaterra. Bélgica, Suiza y China.Debido a sus contactos con Marcellin Boule y Henri Breuil, se interesa en estudiar paleontología humana. Recorre las cavernas con pinturas prehistóricas en el noroeste de España. Lo que más le preocupa es la aparición del hombre y la hipótesis de sus lejanos orígenes. En 1924 y 1926 pasa dos períodos en el Museo de Tientsin, en China. En el primero participa en exploraciones de la Mongolia occidental, y en el segundo, de la Mongolia oriental. En 1927 termina en Tientsin su libro “El Medio Divino”.Desde 1929 a 1931 es nombrado consejero del Servicio Geológico Nacional Chino, encargado de supervisar todo lo concerniente a los mamíferos fósiles. Participa activamente en las excavaciones de Chu-ku-tien. En diciembre de 1929 se descubre el llamado «hombre de Pekín», o sea, el Sinántropo. El padre Teilhard tiene una actuación relevante en determinar si se trata de un mono o de un hombre auténtico. Se le fija una edad de un millón de años.En mayo de 1931 participa en la Expedición Amarilla que tiene por objeto efectuar excavaciones geológicas y paleontológicas en el Turquestán y en el desierto de Gobi.Desde 1932 hasta 1938 permanece en China, en el Colegio de los jesuitas en Pekín. Ese lapso es interrumpido por tres estadas en Francia y dos en Estados Unidos. Además, en 1936 va a Java a estudiar el cráneo del pitecántropo, descubierto en Sanciran, haciendo un estudio completo de los estratos del terreno en el que fue hallado. Determina que se trata de un humanoide y deduce que el período paleolítico de Java está emparentado con el de la India y el de la China.En 1939, conoce el cráneo del hombre de Neanderthal. En 1940 funda en Pekín el Instituto de Geobiología. Desde 1939 a 1946, permanece bloqueado en Pekín por la Segunda Guerra Mundial. Aprovecha este período para organizar y sintetizar la documentación acumulada. También lee mucho y redacta numerosos escritos filosófico-religiosos. En 1945, termina “El Fenómeno Humano”.Permanece en París desde 1947 a 1949 por su salud alterada. En Junio de 1947 sufre un infarto del miocardio que lo tiene 15 días entre la vida y la muerte.Es promovido al grado de oficial de la Legión de Honor en junio de 1947.En 1948 se dirige a Roma a solicitar autorización para postular a una cátedra en el Colegio de Francia. Fue recibido muy amablemente, pero la respuesta fue negativa.En 1950, es elegido miembro de la Academia de Ciencias. Durante 1951, a petición de la Weriner Green Foundation for Anthropological Research, se dirige al Africa austral a fin de estudiar posibilidades de financiamiento para investigaciones antropológicas. En noviembre de ese año llega a Estados Unidos como agregado de esta institución. Su permanencia allí es estable, salvo dos breves viajes: uno a mediados de 1953 al África del Sur y otro a Francia a mitad de 1954.El 10 de abril de 1955 fallece en Nueva York en forma repentina el día de Pascua de Resurrección. Días antes había dicho: «Voy al encuentro de Aquel que viene».
Además de sus escritos estrictamente científicos dedicados a la geología, paleontología y antropología, publicados durante su vida, escribió una cantidad de ensayos y varios libros filosófico-religiosos, los que sólo fueron publicados después de su muerte. Entre estos libros nombraremos los principales: “El Medio Divino” – “El Fenómeno Humano” – “La Aparición del Hombre” – “La Visión del Pasado” – “El Grupo Zoológico Humano” – “Cartas de Viaje” – “El Porvenir del Hombre” – “La Energía Humana” - “Génesis de un Pensamiento” - “La Activación de la Energía Humana” – “Himno de Universo”.Todos estos libros fueron publicados por Taurus Ediciones, Madrid, entre los años 1959 y 1965.Su pensamiento expresado en estas obras ha tenido profundas resonancias a nivel mundial y ha sido objeto de encendidas polémicas enfocadas a clasificarlo ya sea desde el punto de vista de la ortodoxia religiosa, de la ciencia o de la filosofía. Las dificultades que esta clasificación presenta se deben, seguramente, al hecho de que el rasgo principal del pensamiento del padre Teilhard es su espíritu de síntesis. Podríamos decir que éste constituye el núcleo de su personalidad. El aspira a eliminar las divisiones entre las diferentes zonas de la realidad. Superada la dualidad contradictoria de materia y espíritu, desaparece - según él - la oposición entre el mundo y Dios. Nos envuelve, entonces, un único y grandioso proceso de dimensiones cósmicas, que se abre a la libertad cuando la energía determinista, que impulsaba su primeras fases, toma la forma del «amor-energía» con la aparición de la consciencia humana. Este proceso se va elevando hacia Omega por medio de la evolución.Su obra es demasiado amplia y profunda para dar un resumen de ella por breve que sea. En cambio, agregamos a continuación lo que opinó sobre él un notable científico contemporáneo suyo, Julián Huxley.
Desde mi primer encuentro con lo escritos de padre Teilhard, pude darme cuenta que había encontrado en él elementos importantes para la aventura intelectual y espiritual. Por cuanto él contempla el problema del destino humano desde el punto de vista de un cristiano y un sacerdote jesuita, y permite a nuestros pensamientos habían seguir el mismo proceso y llegar a conclusiones sorprendentemente parecidas, al considerar el destino humano - las relaciones del hombre con el cosmos - como un fenómeno que había que observar y estudiar bajo el mayor número de aspectos posibles, pero siempre como un fenómeno y nunca como un problema metafísico, ético o teológico. En tal concepción, el hombre no aparece como una criatura extraña a la naturaleza, sino como un elemento absolutamente esencial del fenómeno de la evolución. El pensamiento y el espíritu no son un epifenómeno incoherente ni una emanación de lo sobrenatural, sino un fenómeno natural de la mayor importancia. La fuerza y la pureza de su pensamiento, unida a la facultad fecunda de comprender y amar todos los valores, han permitido al padre Teilhard dar al mundo un cuadro no sólo de una claridad excepcional, sino además rico en conclusiones irrefutables.El primer fenómeno que hay que destacar es el de la unidad. El cosmos, con sus dimensiones gigantescas en el espacio y en el tiempo, es uno. Y todo lo que evoluciona es igualmente uno: es la substancia única del universo, con sus propiedades materiales e intelectuales en su combinación necesaria.El segundo fenómeno es el de la orientación: lentamente, el proceso de la evolución engendra la novedad, la diversidad, formas superiores de organización de una manera irreversible. Un aspecto particularmente significativo de esta orientación es la tendencia de las propiedades intelectuales a manifestarse más y a hacerse relativamente más importantes en relación con las propiedades materiales de esa consciencia. Él llama «Omega» a ese foco de atracción trascendente que asegura la irreversibilidad del ascenso de la humanidad.El tercer fenómeno es la existencia en el proceso de la evolución de puntos críticos donde la substancia del universo adquiere nuevas propiedades, donde nuevos mecanismos de transformación empiezan a intervenir, donde aparecen nuevas formas de organización. Hasta ahora hay dos puntos críticos de ese género: el origen de la vida - el punto en que la materia se hace capaz de reproducirse a sí misma - y el origen en el hombre de la reflexión constante, el punto en el que se puede decir que el espíritu se ha hecho capaz de reproducirse a sí mismo y en el que la evolución cultural o psico-social se ha sobrepuesto a la evolución biológica. Para atenernos a la Tierra - la única parcela del cosmos donde la existencia de estos puntos críticos nos es efectivamente conocida - según el padre Teilhard, se pueden distinguir tres envolturas o esferas sucesivas: en primer lugar, la geoesfera, teatro de las manifestaciones inorgánicas; a ella se superpuso, hace unos dos mil millones de años, la bioesfera, o sistema evolutivo de la vida orgánica; luego, hace centenares de miles de años, la noosfera, que comprende el sistema evolutivo del pensamiento y de la consciencia humanos y de sus productos.El cuarto fenómeno es el de la limitación. En el curso de la evolución orgánica los grupos agotan, los unos después de los otros, sus posibilidades de evolución, y sólo progresan las formas cada vez más limitadas de la vida. Hacia el final del plioceno no quedaba más que una forma de vida capaz de progresos importantes: el hombre, o más exactamente la cepa hominiana, Desde hace algunos millones de años el fenómeno del progreso evolutivo se reduce al fenómeno humano.En su fase humana, el proceso evolutivo adquiere un carácter enteramente nuevo. En el curso de la fase orgánica, prehumana, cada nuevo tipo que consigue sobrevivir se fracciona, se diferencia, se diversifica en una serie de subtipos, los que producen un gran número de formas de vida biológicamente distintas: lo que llamamos las especies. El hombre es un caso enteramente distinto. Tras un breve período de diferenciación inicial - que produjo las grandes razas o subespecies humanas - la divergencia es sustituida por la convergencia, en primer lugar, de las unidades biológicas o razas humanas distintas, y luego de las unidades psicosociales o conjuntos culturales. Por tanto, aunque es un tipo evolutivo dominante de importancia capital, el hombre representa sólo a una especie biológica y, dentro de unos siglos o milenios, está destinado a no formar más que un solo grupo cultural basado en un marco general único de ideas y creencias.Esto nos lleva al quinto punto: la evolución del hombre que, por ser esencialmente cultural, depende principalmente del conocimiento que tiene del mundo y de sí mismo. El conocimiento es el fundamento de la representación justa. La representación define la actitud, y la actitud determina y dirige la acción. Puesto que el método científico - que fundamenta y ordena el conocimiento en base a hipótesis comprobadas por la experiencia o la experimentación - es el método más eficaz para aumentar nuestro conocimiento y nuestra comprensión, su aplicación cada vez más extensa a campos de estudios cada vez más numerosos parece ser la condición previa del progreso. Esto en ningún caso significa negar la importancia de la actividad creadora y su expresión en las artes, las letras y las religiones.Finalmente, como lo ha recalcado el padre Teilhard, existe el fenómeno de la escala. La escala en la que se produce la evolución es gigantesca en el espacio y más todavía en el tiempo. Sólo familiarizándonos con esta vasta escala temporal podemos contemplar eficazmente los cambios de la evolución, en especial en los animales superiores y en el hombre. Estas no pueden ser percibidas y evaluadas sino a lo largo de centenares de millones de años de la historia pasada del mundo. Y las probabilidades igualmente enormes que podrían realizarse en la Tierra no se pueden concebir sino en el término de centenares de millones de años futuros. Sólo si comprendemos que el hombre se halla en el estadio inicial de su evolución, podemos interiorizar esta visión de las posibilidades de la especie, y sólo interiorizando así su porvenir posible, podemos esperar realizarlo en toda su plenitud.Pienso particularmente en su brillante concepción de lo que él llama el enroscamiento, que lleva a un psiquismo más intenso. Entiende por tal el hecho de que una parte constituyente del mundo se repliega sobre sí misma para formar una unidad organizada cuyas tensiones internas aseguran la cohesión, formando un sistema cerrado y automáticamente equilibrado. Los átomos, las moléculas, las células, los organismos multicelulares y las personalidades humanas son ejemplos de estos sistemas de enroscamiento, pero cada uno a un nivel diferente de organización. Además el padre Teilhard postula que cuanto más complejo es el sistema, tanto más estrechamente coordinada está su organización y tanto más activos e importantes son su vida interior, sus grados y modos de consciencia.El padre Teilhard considera que la tendencia a la convergencia cultural, que se ha puesto de manifiesto ya en la historia del hombre, llevará inevitablemente a un enroscamiento de toda la noosfera, y engendrará así un sistema unitario de pensamientos y creencias o - como sin duda hubiera preferido decir - un solo todo pensante y creyente. A causa de su extremada complejidad, ese todo se encontrará en un potencial psíquico extremadamente elevado. Durante su formación se liberarán sin duda fuerzas psico-sociales explosivas; pero, una vez organizado, generará forzosamente un inmenso dinamismo para la evolución futura del hombre. Y el padre Teilhard considera ese futuro estado como el apogeo necesario de lo que llama la «hominización», es decir, el proceso mediante el cual el hombre se hace más verdadero y plenamente humano.El padre Teilhard nos aporta una visión nueva del cosmos, una revelación vivificante de la manera como procede la realidad. Porque es verdadera, la revelación del padre Teilhard no se limita a vivificar, sino que además libera de muchas angustias el alma y la mente del hombre.
Teilhard de Chardin despierta un fuerte interés desde el punto de vista científico. Es interesante disponerse a profundizar en ellas, sus proyecciones científicas, incomprensibles para la mayoría de sus contemporáneos. Satanizado y rechazado en todas sus Persona: la religiosa, la filosófica y la científica, Teilhard se mantuvo fiel a sus principios, mostrando una gran entereza ante los ataques de adversarios que nunca entendieron la profundidad de su pensamiento. Porque inclusive, exiliado, fue capaz de proseguir con su inclinación científica y aportar, por ejemplo a la antropología su valioso trabajo sobre el Hombre de Pekín, amén de muchas otras aportaciones a otras disciplinas.Actualmente se está viendo su resurgimiento y la reivindicación de muchos de sus postulados e ideas. Es así que ciencias emergentes como el Caos, La Complejidad, La Sincronía, La Información cuántica y todas las demás ciencias que de ellas se deriven, en su momento fueron anticipadas en lo que él llamó sus “memorias científicas” en su poco comprendido libro El fenómeno humano. Es así que muchos de los apotegmas científicos en boga encuentran sus antecedentes diseminados a lo largo de la obra de Teilhard de Chardin, como ejemplo:
El cambio traído en nuestra experiencia, por lo que pronto llamaremos espacio-tiempo, consiste esencialmente en esto: todo lo que nosotros hemos considerado y tratado hasta este momento como puntos en nuestras construcciones cosmológicas se ha convertido en lapsos momentáneos de fibras temporales indefinidas. Desde este momento ante nuestra vista maravillada cada elemento de las cosas se prolonga asimismo hacia atrás (y tiende a continuar hacia delante) hasta donde se puede apreciar. Así que la inmensa totalidad del espacio no es más que la sección “en un tiempo t” de un tronco cuyas raíces penetran en el abismo de un pasado inimaginable y cuyas ramas surgen en algún punto en el futuro que, a primera vista parece carecer de límites. Desde esta nueva perspectiva, el mundo aparece como una masa en proceso de transformación.
Cuando Teilhard afirma esto se esta refiriendo a la evolución, la cual se enmarca en la teoría de la Relatividad de Einstein. En este enunciado se remite todo a un inicio cósmico, a un Big Bang.
Cuanto más fisuramos y pulverizamos artificialmente la materia, tanto más deja ver ante nosotros su fundamental unidad... como si la trama se resolviera en una simple y única forma de sustancia.
Este párrafo claramente anticipa las grandes teorías unificadas, como las supercuerdas, supersimetría o la gravedad cuántica.
Simplemente adicionados o yuxtapuestos los átomos no constituyen la materia. Los engloba y los cementa una entidad con la que choca nuestro espíritu, pero a la que finalmente se ve forzado a ceder… Considerada en su nivel más bajo, la materia original es algo más que ese hormigueo de partículas tan maravillosamente analizado por la física moderna.
Esta entidad, a la que se refiere Teilhard, no es otra cosa que la Información, entendida como los mensajes de los principios y leyes de la naturaleza, que engloban y cementan la materia.
Dentro de órdenes de magnitud (de complejidad) diversos, la materia nunca se repite en sus combinaciones... Tejida en una sola pieza, siguiendo un solo y mismo procedimiento, pero que de un punto a otro nunca se repite, la trama del universo corresponde a un solo modelo: constituye estructuralmente un Todo.
Claramente se aprecian en este postulado los principios del caos y la complejidad.
A su manera, la materia obedece desde el origen a la gran ley biológica de la complejidad y la conciencia… La complejidad de la conciencia es directamente proporcional al orden de la estructura que la contiene.
Ésta es la ley fundamental que aunada a la Segunda ley de la Termodinámica, desde el inicio del universo, controlan su evolución. Porque "todo lo que se arma se desarma". Los astros (estrellas y planetas) son los laboratorios en donde se prosigue la evolución de la materia, en la dirección de las grandes moléculas. Esto sustenta los principios de la cosmología moderna.La aparente restricción del fenómeno de la conciencia a las formas superiores de vida ha servido, durante mucho tiempo, de pretexto a la ciencia para eliminarla de sus construcciones del universo. Con el objeto de desembarazarse de ella se ha clasificado de rara excepción, función aberrante, ilusión, epifenómeno.Una anomalía natural no es más que la exageración, hasta hacerse sensible, de una propiedad que está extendida por todas partes en un estado de inaccesibilidad.La conciencia aparece con evidencia en el hombre (en los animales superiores) y por lo tanto debe tener prolongaciones espaciales y temporales indefinidas. (Hacia el pasado y hacia el futuro.)
El universo se inicia con energía radial, noética, de la cual se deriva la energía-materia, con la que se continúa una interacción que cada vez demanda leyes más complejas que operan sobre matrices físicas de creciente complejidad.
La energía material y la energía “radial”, (noética), se sostienen y se prolongan una a otra por medio de algo que debe estar actuando en el universo, una energía única. Este enunciado se refiere otra vez a la Energía-Información.¿Cómo incorporar el pensamiento al flujo orgánico del espacio-tiempo sin sentirnos forzados a reconocerle un primer lugar en el proceso? ¿Cómo imaginar una cosmogénesis extendida a la conciencia sin que podamos evitar hallarnos de golpe frente a la Noogénesis?El pensamiento no es parte de la evolución como una anomalía o un epifenómeno, sino que en la evolución, la marcha hacia el pensamiento es reducible e identificable y el movimiento mismo de nuestra conciencia puede expresar y medir sus progresos en la evolución. Según Julián Huxley: “El hombre descubre que su propia conciencia no es otra cosa que la evolución conciente de si misma.”La síntesis hace que nos demos cuenta de que en la molécula existe decididamente algo más que en el átomo; en la célula más que en la molécula; en lo social, más que en lo individual; en la construcción matemática más que en los cálculos y los teoremas...Algo verdaderamente irreducible a los elementos aislados emerge en cada grado ulterior de combinación hacia un orden nuevo, y esto tendemos a admitirlo; por este camino, la conciencia, la vida y el pensamiento están, en la actualidad, muy cerca de adquirir su derecho de existencia científica.
Este algo más es la Información, los mensajes de las leyes de la naturaleza, enlaces de los sistemas que se sintetizan como condición indispensable para evolucionar. Un lugar común equivocado es aquel que afirma: el todo es más que la suma de las partes. Esta paradoja se debe a que no se incluye la Información-energía que forma los enlaces entre los elementos de todo sistema.
Ninguna noción nos es tan familiar como la de energía espiritual. Y, sin embargo, ninguna nos resulta científicamente tan oscura como ella. Los físicos actualmente hablan de una “energía oscura”, la cual, para nosotros, no es otra que la energía radial, espiritual o psíquica de Teilhard.Gracias al conocimiento de las hormonas ¿no estamos ya en vísperas de meter mano en el desarrollo de nuestro propio cuerpo, o incluso en el mismo cerebro? Gracias al descubrimiento de los genes ¿no vamos pronto a controlar el mecanismo mismo de las herencias orgánicas? Y gracias a la síntesis inminente de los albuminoides ¿no vamos a ser capaces algún día de provocar aquello que la Tierra, abandonada hoy a sí misma, no parece ya capaz de realizar: una nueva oleada de organismos, una neovida construida artificialmente?
Parece muy válida esta afirmación. Pero tenemos que ser muy cuidadosos, pues si la complejidad es la meta de la evolución, cada especie que se elimine limita las posibilidades del futuro.Esta es una crítica acerba a la ciencia deshumanizada, utilitaria, hedonista y provocadora de la sobre explotación que padece el planeta.Teilhard de Chardin, también fue un excelente ejemplo de teólogo, científico y místico que propuso una cosmovisión de gran profundidad Bioética sin proponerse el uso de este término (Cely, 1994). El mérito de Teilhard estriba en que fue consciente de los lazos indisolubles que existen entre nuestra existencia y la existencia del Universo. El problema del sentido de la vida personal no puede ser disociado del sentido de la historia evolutiva y la historia del cosmos. De esta forma la relación del hombre con la naturaleza y con el universo toma una dimensión trascendental en la historia evolutiva del hombre.
Adentrarse con criterio riguroso en la obra, por lo demás extensa de Teilhard, brinda al intelectual cristiano elementos para formular epistémicamenete la síntesis entre ciencia y vida, fe y cultura, evangelio y metaciencia, en donde los horizontes de la pluridimensionalidad humana sitúan el objeto de nuestra esperanza en Cristo plenificando la historia; en donde el mundo en tanto escenario con su actividad científica por cuanto en él se hallan inscritas las leyes universales aparece también como intervenido transfinitamente por Dios.
De este modo podemos salirle al paso de manera contundente al neognosticismo académico que sitúa al futuro como único objeto de la esperanza y excluye cualquier participación de dios en el escenario del mundo.
Nace en Sarcenat, Francia, el 1º de mayo de 1881. En 1892 ingresa al colegio de los jesuitas de Nuestra Señora de Mongré, de donde egresa en 1897 con el grado de bachiller. En marzo de 1899 entra al noviciado de la Compañía de Jesús en Provence. En octubre de 1900 se traslada a Laval donde termina su noviciado. Allí pronuncia sus primeros votos en marzo de 1901.Entre 1902 y 1905 cursa tres años de filosofía en la casa de Saint-Louis (Jersey). Desde 1905 a 1908 se desempeña como profesor de química y física en el colegio de los jesuitas de la Sagrada Familia en el Cairo. Desde 1908 a 1912 inclusive, viene el teologado en Inglaterra. En agosto de 1911 es ordenado sacerdote.Entre 1912 y 1914 estudia paleontología en Francia. Desde enero de 1915 a enero de 1919 participa en la Primera Guerra Mundial como camillero, obteniendo distinciones como la Cruz de Guerra en 1915, la Medalla Militar en 1917 y la Legión de Honor en 1920. En marzo de 1918 había pronunciado sus votos solemnes, con lo que realiza su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús.En la Sorbona prepara su licenciatura en ciencias naturales, siendo aprobada su tesis doctoral en marzo de 1922. Además de trabajar en el Laboratorio del Museum, desde 1920, es profesor de paleontología y geología en el Instituto Católico de París hasta 1926, fecha en que sus superiores decidieron que abandonara su cátedra. Lo admiraban como científico, pero lo temían como filósofo y más aún como teólogo, debido a ciertas ideas, sobre temas tan delicados como el pecado original, difundidas en sus conferencias a la juventud.En el Museum estudia los mamíferos del período terciario en Europa. Su tesis sobre este tema lo clasifica entre los primeros paleontólogos franceses y lo hace relacionarse con científicos de Estados Unidos, Inglaterra. Bélgica, Suiza y China.Debido a sus contactos con Marcellin Boule y Henri Breuil, se interesa en estudiar paleontología humana. Recorre las cavernas con pinturas prehistóricas en el noroeste de España. Lo que más le preocupa es la aparición del hombre y la hipótesis de sus lejanos orígenes. En 1924 y 1926 pasa dos períodos en el Museo de Tientsin, en China. En el primero participa en exploraciones de la Mongolia occidental, y en el segundo, de la Mongolia oriental. En 1927 termina en Tientsin su libro “El Medio Divino”.Desde 1929 a 1931 es nombrado consejero del Servicio Geológico Nacional Chino, encargado de supervisar todo lo concerniente a los mamíferos fósiles. Participa activamente en las excavaciones de Chu-ku-tien. En diciembre de 1929 se descubre el llamado «hombre de Pekín», o sea, el Sinántropo. El padre Teilhard tiene una actuación relevante en determinar si se trata de un mono o de un hombre auténtico. Se le fija una edad de un millón de años.En mayo de 1931 participa en la Expedición Amarilla que tiene por objeto efectuar excavaciones geológicas y paleontológicas en el Turquestán y en el desierto de Gobi.Desde 1932 hasta 1938 permanece en China, en el Colegio de los jesuitas en Pekín. Ese lapso es interrumpido por tres estadas en Francia y dos en Estados Unidos. Además, en 1936 va a Java a estudiar el cráneo del pitecántropo, descubierto en Sanciran, haciendo un estudio completo de los estratos del terreno en el que fue hallado. Determina que se trata de un humanoide y deduce que el período paleolítico de Java está emparentado con el de la India y el de la China.En 1939, conoce el cráneo del hombre de Neanderthal. En 1940 funda en Pekín el Instituto de Geobiología. Desde 1939 a 1946, permanece bloqueado en Pekín por la Segunda Guerra Mundial. Aprovecha este período para organizar y sintetizar la documentación acumulada. También lee mucho y redacta numerosos escritos filosófico-religiosos. En 1945, termina “El Fenómeno Humano”.Permanece en París desde 1947 a 1949 por su salud alterada. En Junio de 1947 sufre un infarto del miocardio que lo tiene 15 días entre la vida y la muerte.Es promovido al grado de oficial de la Legión de Honor en junio de 1947.En 1948 se dirige a Roma a solicitar autorización para postular a una cátedra en el Colegio de Francia. Fue recibido muy amablemente, pero la respuesta fue negativa.En 1950, es elegido miembro de la Academia de Ciencias. Durante 1951, a petición de la Weriner Green Foundation for Anthropological Research, se dirige al Africa austral a fin de estudiar posibilidades de financiamiento para investigaciones antropológicas. En noviembre de ese año llega a Estados Unidos como agregado de esta institución. Su permanencia allí es estable, salvo dos breves viajes: uno a mediados de 1953 al África del Sur y otro a Francia a mitad de 1954.El 10 de abril de 1955 fallece en Nueva York en forma repentina el día de Pascua de Resurrección. Días antes había dicho: «Voy al encuentro de Aquel que viene».
Además de sus escritos estrictamente científicos dedicados a la geología, paleontología y antropología, publicados durante su vida, escribió una cantidad de ensayos y varios libros filosófico-religiosos, los que sólo fueron publicados después de su muerte. Entre estos libros nombraremos los principales: “El Medio Divino” – “El Fenómeno Humano” – “La Aparición del Hombre” – “La Visión del Pasado” – “El Grupo Zoológico Humano” – “Cartas de Viaje” – “El Porvenir del Hombre” – “La Energía Humana” - “Génesis de un Pensamiento” - “La Activación de la Energía Humana” – “Himno de Universo”.Todos estos libros fueron publicados por Taurus Ediciones, Madrid, entre los años 1959 y 1965.Su pensamiento expresado en estas obras ha tenido profundas resonancias a nivel mundial y ha sido objeto de encendidas polémicas enfocadas a clasificarlo ya sea desde el punto de vista de la ortodoxia religiosa, de la ciencia o de la filosofía. Las dificultades que esta clasificación presenta se deben, seguramente, al hecho de que el rasgo principal del pensamiento del padre Teilhard es su espíritu de síntesis. Podríamos decir que éste constituye el núcleo de su personalidad. El aspira a eliminar las divisiones entre las diferentes zonas de la realidad. Superada la dualidad contradictoria de materia y espíritu, desaparece - según él - la oposición entre el mundo y Dios. Nos envuelve, entonces, un único y grandioso proceso de dimensiones cósmicas, que se abre a la libertad cuando la energía determinista, que impulsaba su primeras fases, toma la forma del «amor-energía» con la aparición de la consciencia humana. Este proceso se va elevando hacia Omega por medio de la evolución.Su obra es demasiado amplia y profunda para dar un resumen de ella por breve que sea. En cambio, agregamos a continuación lo que opinó sobre él un notable científico contemporáneo suyo, Julián Huxley.
Desde mi primer encuentro con lo escritos de padre Teilhard, pude darme cuenta que había encontrado en él elementos importantes para la aventura intelectual y espiritual. Por cuanto él contempla el problema del destino humano desde el punto de vista de un cristiano y un sacerdote jesuita, y permite a nuestros pensamientos habían seguir el mismo proceso y llegar a conclusiones sorprendentemente parecidas, al considerar el destino humano - las relaciones del hombre con el cosmos - como un fenómeno que había que observar y estudiar bajo el mayor número de aspectos posibles, pero siempre como un fenómeno y nunca como un problema metafísico, ético o teológico. En tal concepción, el hombre no aparece como una criatura extraña a la naturaleza, sino como un elemento absolutamente esencial del fenómeno de la evolución. El pensamiento y el espíritu no son un epifenómeno incoherente ni una emanación de lo sobrenatural, sino un fenómeno natural de la mayor importancia. La fuerza y la pureza de su pensamiento, unida a la facultad fecunda de comprender y amar todos los valores, han permitido al padre Teilhard dar al mundo un cuadro no sólo de una claridad excepcional, sino además rico en conclusiones irrefutables.El primer fenómeno que hay que destacar es el de la unidad. El cosmos, con sus dimensiones gigantescas en el espacio y en el tiempo, es uno. Y todo lo que evoluciona es igualmente uno: es la substancia única del universo, con sus propiedades materiales e intelectuales en su combinación necesaria.El segundo fenómeno es el de la orientación: lentamente, el proceso de la evolución engendra la novedad, la diversidad, formas superiores de organización de una manera irreversible. Un aspecto particularmente significativo de esta orientación es la tendencia de las propiedades intelectuales a manifestarse más y a hacerse relativamente más importantes en relación con las propiedades materiales de esa consciencia. Él llama «Omega» a ese foco de atracción trascendente que asegura la irreversibilidad del ascenso de la humanidad.El tercer fenómeno es la existencia en el proceso de la evolución de puntos críticos donde la substancia del universo adquiere nuevas propiedades, donde nuevos mecanismos de transformación empiezan a intervenir, donde aparecen nuevas formas de organización. Hasta ahora hay dos puntos críticos de ese género: el origen de la vida - el punto en que la materia se hace capaz de reproducirse a sí misma - y el origen en el hombre de la reflexión constante, el punto en el que se puede decir que el espíritu se ha hecho capaz de reproducirse a sí mismo y en el que la evolución cultural o psico-social se ha sobrepuesto a la evolución biológica. Para atenernos a la Tierra - la única parcela del cosmos donde la existencia de estos puntos críticos nos es efectivamente conocida - según el padre Teilhard, se pueden distinguir tres envolturas o esferas sucesivas: en primer lugar, la geoesfera, teatro de las manifestaciones inorgánicas; a ella se superpuso, hace unos dos mil millones de años, la bioesfera, o sistema evolutivo de la vida orgánica; luego, hace centenares de miles de años, la noosfera, que comprende el sistema evolutivo del pensamiento y de la consciencia humanos y de sus productos.El cuarto fenómeno es el de la limitación. En el curso de la evolución orgánica los grupos agotan, los unos después de los otros, sus posibilidades de evolución, y sólo progresan las formas cada vez más limitadas de la vida. Hacia el final del plioceno no quedaba más que una forma de vida capaz de progresos importantes: el hombre, o más exactamente la cepa hominiana, Desde hace algunos millones de años el fenómeno del progreso evolutivo se reduce al fenómeno humano.En su fase humana, el proceso evolutivo adquiere un carácter enteramente nuevo. En el curso de la fase orgánica, prehumana, cada nuevo tipo que consigue sobrevivir se fracciona, se diferencia, se diversifica en una serie de subtipos, los que producen un gran número de formas de vida biológicamente distintas: lo que llamamos las especies. El hombre es un caso enteramente distinto. Tras un breve período de diferenciación inicial - que produjo las grandes razas o subespecies humanas - la divergencia es sustituida por la convergencia, en primer lugar, de las unidades biológicas o razas humanas distintas, y luego de las unidades psicosociales o conjuntos culturales. Por tanto, aunque es un tipo evolutivo dominante de importancia capital, el hombre representa sólo a una especie biológica y, dentro de unos siglos o milenios, está destinado a no formar más que un solo grupo cultural basado en un marco general único de ideas y creencias.Esto nos lleva al quinto punto: la evolución del hombre que, por ser esencialmente cultural, depende principalmente del conocimiento que tiene del mundo y de sí mismo. El conocimiento es el fundamento de la representación justa. La representación define la actitud, y la actitud determina y dirige la acción. Puesto que el método científico - que fundamenta y ordena el conocimiento en base a hipótesis comprobadas por la experiencia o la experimentación - es el método más eficaz para aumentar nuestro conocimiento y nuestra comprensión, su aplicación cada vez más extensa a campos de estudios cada vez más numerosos parece ser la condición previa del progreso. Esto en ningún caso significa negar la importancia de la actividad creadora y su expresión en las artes, las letras y las religiones.Finalmente, como lo ha recalcado el padre Teilhard, existe el fenómeno de la escala. La escala en la que se produce la evolución es gigantesca en el espacio y más todavía en el tiempo. Sólo familiarizándonos con esta vasta escala temporal podemos contemplar eficazmente los cambios de la evolución, en especial en los animales superiores y en el hombre. Estas no pueden ser percibidas y evaluadas sino a lo largo de centenares de millones de años de la historia pasada del mundo. Y las probabilidades igualmente enormes que podrían realizarse en la Tierra no se pueden concebir sino en el término de centenares de millones de años futuros. Sólo si comprendemos que el hombre se halla en el estadio inicial de su evolución, podemos interiorizar esta visión de las posibilidades de la especie, y sólo interiorizando así su porvenir posible, podemos esperar realizarlo en toda su plenitud.Pienso particularmente en su brillante concepción de lo que él llama el enroscamiento, que lleva a un psiquismo más intenso. Entiende por tal el hecho de que una parte constituyente del mundo se repliega sobre sí misma para formar una unidad organizada cuyas tensiones internas aseguran la cohesión, formando un sistema cerrado y automáticamente equilibrado. Los átomos, las moléculas, las células, los organismos multicelulares y las personalidades humanas son ejemplos de estos sistemas de enroscamiento, pero cada uno a un nivel diferente de organización. Además el padre Teilhard postula que cuanto más complejo es el sistema, tanto más estrechamente coordinada está su organización y tanto más activos e importantes son su vida interior, sus grados y modos de consciencia.El padre Teilhard considera que la tendencia a la convergencia cultural, que se ha puesto de manifiesto ya en la historia del hombre, llevará inevitablemente a un enroscamiento de toda la noosfera, y engendrará así un sistema unitario de pensamientos y creencias o - como sin duda hubiera preferido decir - un solo todo pensante y creyente. A causa de su extremada complejidad, ese todo se encontrará en un potencial psíquico extremadamente elevado. Durante su formación se liberarán sin duda fuerzas psico-sociales explosivas; pero, una vez organizado, generará forzosamente un inmenso dinamismo para la evolución futura del hombre. Y el padre Teilhard considera ese futuro estado como el apogeo necesario de lo que llama la «hominización», es decir, el proceso mediante el cual el hombre se hace más verdadero y plenamente humano.El padre Teilhard nos aporta una visión nueva del cosmos, una revelación vivificante de la manera como procede la realidad. Porque es verdadera, la revelación del padre Teilhard no se limita a vivificar, sino que además libera de muchas angustias el alma y la mente del hombre.
Teilhard de Chardin despierta un fuerte interés desde el punto de vista científico. Es interesante disponerse a profundizar en ellas, sus proyecciones científicas, incomprensibles para la mayoría de sus contemporáneos. Satanizado y rechazado en todas sus Persona: la religiosa, la filosófica y la científica, Teilhard se mantuvo fiel a sus principios, mostrando una gran entereza ante los ataques de adversarios que nunca entendieron la profundidad de su pensamiento. Porque inclusive, exiliado, fue capaz de proseguir con su inclinación científica y aportar, por ejemplo a la antropología su valioso trabajo sobre el Hombre de Pekín, amén de muchas otras aportaciones a otras disciplinas.Actualmente se está viendo su resurgimiento y la reivindicación de muchos de sus postulados e ideas. Es así que ciencias emergentes como el Caos, La Complejidad, La Sincronía, La Información cuántica y todas las demás ciencias que de ellas se deriven, en su momento fueron anticipadas en lo que él llamó sus “memorias científicas” en su poco comprendido libro El fenómeno humano. Es así que muchos de los apotegmas científicos en boga encuentran sus antecedentes diseminados a lo largo de la obra de Teilhard de Chardin, como ejemplo:
El cambio traído en nuestra experiencia, por lo que pronto llamaremos espacio-tiempo, consiste esencialmente en esto: todo lo que nosotros hemos considerado y tratado hasta este momento como puntos en nuestras construcciones cosmológicas se ha convertido en lapsos momentáneos de fibras temporales indefinidas. Desde este momento ante nuestra vista maravillada cada elemento de las cosas se prolonga asimismo hacia atrás (y tiende a continuar hacia delante) hasta donde se puede apreciar. Así que la inmensa totalidad del espacio no es más que la sección “en un tiempo t” de un tronco cuyas raíces penetran en el abismo de un pasado inimaginable y cuyas ramas surgen en algún punto en el futuro que, a primera vista parece carecer de límites. Desde esta nueva perspectiva, el mundo aparece como una masa en proceso de transformación.
Cuando Teilhard afirma esto se esta refiriendo a la evolución, la cual se enmarca en la teoría de la Relatividad de Einstein. En este enunciado se remite todo a un inicio cósmico, a un Big Bang.
Cuanto más fisuramos y pulverizamos artificialmente la materia, tanto más deja ver ante nosotros su fundamental unidad... como si la trama se resolviera en una simple y única forma de sustancia.
Este párrafo claramente anticipa las grandes teorías unificadas, como las supercuerdas, supersimetría o la gravedad cuántica.
Simplemente adicionados o yuxtapuestos los átomos no constituyen la materia. Los engloba y los cementa una entidad con la que choca nuestro espíritu, pero a la que finalmente se ve forzado a ceder… Considerada en su nivel más bajo, la materia original es algo más que ese hormigueo de partículas tan maravillosamente analizado por la física moderna.
Esta entidad, a la que se refiere Teilhard, no es otra cosa que la Información, entendida como los mensajes de los principios y leyes de la naturaleza, que engloban y cementan la materia.
Dentro de órdenes de magnitud (de complejidad) diversos, la materia nunca se repite en sus combinaciones... Tejida en una sola pieza, siguiendo un solo y mismo procedimiento, pero que de un punto a otro nunca se repite, la trama del universo corresponde a un solo modelo: constituye estructuralmente un Todo.
Claramente se aprecian en este postulado los principios del caos y la complejidad.
A su manera, la materia obedece desde el origen a la gran ley biológica de la complejidad y la conciencia… La complejidad de la conciencia es directamente proporcional al orden de la estructura que la contiene.
Ésta es la ley fundamental que aunada a la Segunda ley de la Termodinámica, desde el inicio del universo, controlan su evolución. Porque "todo lo que se arma se desarma". Los astros (estrellas y planetas) son los laboratorios en donde se prosigue la evolución de la materia, en la dirección de las grandes moléculas. Esto sustenta los principios de la cosmología moderna.La aparente restricción del fenómeno de la conciencia a las formas superiores de vida ha servido, durante mucho tiempo, de pretexto a la ciencia para eliminarla de sus construcciones del universo. Con el objeto de desembarazarse de ella se ha clasificado de rara excepción, función aberrante, ilusión, epifenómeno.Una anomalía natural no es más que la exageración, hasta hacerse sensible, de una propiedad que está extendida por todas partes en un estado de inaccesibilidad.La conciencia aparece con evidencia en el hombre (en los animales superiores) y por lo tanto debe tener prolongaciones espaciales y temporales indefinidas. (Hacia el pasado y hacia el futuro.)
El universo se inicia con energía radial, noética, de la cual se deriva la energía-materia, con la que se continúa una interacción que cada vez demanda leyes más complejas que operan sobre matrices físicas de creciente complejidad.
La energía material y la energía “radial”, (noética), se sostienen y se prolongan una a otra por medio de algo que debe estar actuando en el universo, una energía única. Este enunciado se refiere otra vez a la Energía-Información.¿Cómo incorporar el pensamiento al flujo orgánico del espacio-tiempo sin sentirnos forzados a reconocerle un primer lugar en el proceso? ¿Cómo imaginar una cosmogénesis extendida a la conciencia sin que podamos evitar hallarnos de golpe frente a la Noogénesis?El pensamiento no es parte de la evolución como una anomalía o un epifenómeno, sino que en la evolución, la marcha hacia el pensamiento es reducible e identificable y el movimiento mismo de nuestra conciencia puede expresar y medir sus progresos en la evolución. Según Julián Huxley: “El hombre descubre que su propia conciencia no es otra cosa que la evolución conciente de si misma.”La síntesis hace que nos demos cuenta de que en la molécula existe decididamente algo más que en el átomo; en la célula más que en la molécula; en lo social, más que en lo individual; en la construcción matemática más que en los cálculos y los teoremas...Algo verdaderamente irreducible a los elementos aislados emerge en cada grado ulterior de combinación hacia un orden nuevo, y esto tendemos a admitirlo; por este camino, la conciencia, la vida y el pensamiento están, en la actualidad, muy cerca de adquirir su derecho de existencia científica.
Este algo más es la Información, los mensajes de las leyes de la naturaleza, enlaces de los sistemas que se sintetizan como condición indispensable para evolucionar. Un lugar común equivocado es aquel que afirma: el todo es más que la suma de las partes. Esta paradoja se debe a que no se incluye la Información-energía que forma los enlaces entre los elementos de todo sistema.
Ninguna noción nos es tan familiar como la de energía espiritual. Y, sin embargo, ninguna nos resulta científicamente tan oscura como ella. Los físicos actualmente hablan de una “energía oscura”, la cual, para nosotros, no es otra que la energía radial, espiritual o psíquica de Teilhard.Gracias al conocimiento de las hormonas ¿no estamos ya en vísperas de meter mano en el desarrollo de nuestro propio cuerpo, o incluso en el mismo cerebro? Gracias al descubrimiento de los genes ¿no vamos pronto a controlar el mecanismo mismo de las herencias orgánicas? Y gracias a la síntesis inminente de los albuminoides ¿no vamos a ser capaces algún día de provocar aquello que la Tierra, abandonada hoy a sí misma, no parece ya capaz de realizar: una nueva oleada de organismos, una neovida construida artificialmente?
Parece muy válida esta afirmación. Pero tenemos que ser muy cuidadosos, pues si la complejidad es la meta de la evolución, cada especie que se elimine limita las posibilidades del futuro.Esta es una crítica acerba a la ciencia deshumanizada, utilitaria, hedonista y provocadora de la sobre explotación que padece el planeta.Teilhard de Chardin, también fue un excelente ejemplo de teólogo, científico y místico que propuso una cosmovisión de gran profundidad Bioética sin proponerse el uso de este término (Cely, 1994). El mérito de Teilhard estriba en que fue consciente de los lazos indisolubles que existen entre nuestra existencia y la existencia del Universo. El problema del sentido de la vida personal no puede ser disociado del sentido de la historia evolutiva y la historia del cosmos. De esta forma la relación del hombre con la naturaleza y con el universo toma una dimensión trascendental en la historia evolutiva del hombre.
Adentrarse con criterio riguroso en la obra, por lo demás extensa de Teilhard, brinda al intelectual cristiano elementos para formular epistémicamenete la síntesis entre ciencia y vida, fe y cultura, evangelio y metaciencia, en donde los horizontes de la pluridimensionalidad humana sitúan el objeto de nuestra esperanza en Cristo plenificando la historia; en donde el mundo en tanto escenario con su actividad científica por cuanto en él se hallan inscritas las leyes universales aparece también como intervenido transfinitamente por Dios.
De este modo podemos salirle al paso de manera contundente al neognosticismo académico que sitúa al futuro como único objeto de la esperanza y excluye cualquier participación de dios en el escenario del mundo.
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