domingo, 24 de agosto de 2008

LA MATERNIDAD DE LA BIENAVENTURADA MARÍA EN LOS PADRES DE LA IGLESIA

Juan 19:25-27.
“Mujer, he ahí a tu hijo”. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaban allí, dijo a la madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.LAS MUJERES ESTÁN JUNTO A LA CRUZEn este relato de san Juan, nos narra que están presentes y de pie junto a la cruz de Cristo su madre acompañado de la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. No esta claro que la hermana de su madre sea hermana de padre y madre, el evangelista dice “la hermana de su madre”, considerando la expresión de uso semita, podría suceder que fuera algún familiar cercano o pariente, sería la madre de los hijos del Zebedeo, que en los evangelios de san Mateo 27:56-56 relata: Había allí, mirándolo desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle; entre ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo. En el Evangelio de san Marcos 15:40-41 dice Había también unas mujeres que de lejos le miraban, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, las cuales, cuando El estaba en Galilea, le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con El a Jerusalén.Comprendemos que esta triste escena tiene lugar en las proximidades de la muerte de Cristo, ellas no podían hacer nada, pues el Señor crucificado estaba custodiado por los soldados, los que tenían miedo que lo desclavaran. Según san Mateo 27:36; sentados, hacían la guardia allí. Ellas estuvieron todo el tiempo allí, como dice san Marcos, primero mirando desde lejos, luego como nos relata san Juan, de pie junto a la cruz, Cristo agonizaba.“MUJER, HE AHÍ A TU HIJO”Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaban allí, dijo a la madre: Mujer, he ahí a tu hijo.¿Que valor tiene esta expresión? Para nuestras enseñaza, Cristo desde lo alto de su cruz, ratifica por un don con mucho simbolismo y a su vez eficaz, la maternidad espiritual de María con relación a los hombres, como también en la persona del discípulo predilecto, en el que confiaba también a la Santísima Virgen. Es decir a partir de este momento y con estas palabras, Cristo proclama la maternidad espiritual de María sobre nosotros, todas las generaciones, lo mismo que en la persona de san Juan proclamaba la afiliación espiritual de éstos con respecto a MaríaEn esta narración ni a María ni a Juan los llama por su nombre propio, sino por los de “Mujer,” “Madre” y “Discípulo.” Siempre ha extrañado el que Cristo llame a su Madre aquí “Mujer.” Hay diversas hipótesis sobre esto en los estudios mariológicos, entendido por el modo más sencillo el vocablo mujer, aplicado por Cristo a su madre, no expresaría, de suyo, más que una forma más deferente y solemne de tratarla. Es sinónimo de madre, pero dicho con más solemnidad, quizás la fórmula lógica sería: “Madre [Mujer], ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu Madre.”María, a la hora en que Cristo pronunció estas palabras, comprendió el sentido de lo que en ellas se proclamaba y María será madre desde ese instante madre espiritual de Juan y todos los seres humanos.Eva es nuestra madre natural ya que es el origen de nuestra vida natural; por tanto, María es nuestra madre espiritual ya que es el origen de nuestra vida espiritual. Una vez más, la maternidad espiritual de María se basa en el hecho de que Jesús es nuestro hermano, ya que es "el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8:29). Ella se convirtió en nuestra madre desde el momento en que accedió a la Encarnación del Verbo, la Cabeza del cuerpo místico cuyos miembros somos nosotros; y ella selló su maternidad al consentir al sacrificio sangriento en la cruz que es la fuente de nuestra vida sobrenatural. QUE OPINABAN LOS PADRES DE LA IGLESIA?Orígenes (1) es el único que considera la maternidad de María sobre todos los creyentes en este sentido. Según él, Cristo vive en todos los que le siguen con perfección, y así como María es la Madre de Cristo, también es la madre de aquel en el que Cristo vive. Por ello, según Origenes, el hombre tiene un derecho indirecto a reclamar a María como su madre, en la medida en que se identifique con Jesús por la vida de la gracia. San Ambrosio (2), dice: María, Madre del Señor, estaba ante la cruz de su Hijo. Nadie me enseñó esto, sino San Juan Evangelista. Otros describieron el trastorno del mundo en la pasión del Señor; el cielo cubierto de tinieblas, ocultándose el sol y el buen ladrón recibido en el Paraíso, después de su confesión piadosa. San Juan escribió lo que los otros se callaron, de cómo puesto en la cruz llamó Jesús a su Madre, y cómo considerado vencedor de la muerte, tributaba a su Madre los oficios de amor filial y daba el reino de los cielos. Pues si es piadoso perdonar al ladrón, mucho más lo es el homenaje de piedad con que con tanto afecto es honrada la Madre por el Hijo: "He aquí tu hijo". "He aquí a tu Madre". Cristo testaba desde la cruz y repartía entre su Madre y su discípulo los deberes de su cariño. Otorgaba el Señor, no sólo testamento público, sino también doméstico; y este testamento era refrendado por Juan. ¡Digno testimonio de tal testador! Rico testamento, no de dinero, sino de vida eterna; no escrito con tinta, sino con el espíritu de Dios vivo (2Cor 3) y pluma de lengua, que escribe velozmente (Sal 44,2). Pero María se mostró a la altura de la dignidad que correspondía a la Madre de Cristo. Cuando huyeron los Apóstoles, estaba en pie ante la cruz, mirando las llagas de su Hijo, no como quien espera la muerte de su tesoro, sino la salvación del mundo. Y aun quizás porque conociendo la redención del mundo por la muerte de su Hijo, ella deseaba contribuir con algo a la redención universal, conformando su corazón con el del Salvador. Pero Jesús no necesitaba de auxiliadora para la redención de todos los que sin ayuda había conservado1. Por eso dice: "He sido hecho hombre sin auxiliador, libre entre los muertos" (Sal 87,5). Aceptó, en verdad, el afecto maternal, pero no buscó el auxilio ajeno. Imitad, madres piadosas, a ésta, que tan heroico ejemplo dio de amor maternal a su amantísimo Hijo único. Porque ni vosotras tendréis más cariñosos hijos, ni esperaba la Virgen el consuelo de poder tener otro.Crisóstomo, (3) in Ioannem, hom. 82.Y admira cómo el sexo débil de las mujeres, aparece aquí más varonil, firme junto a la cruz, cuando los discípulos huían.Crisóstomo, ut supra.Habiendo estado presentes otras mujeres, no recuerda el Evangelista a otra sino a la Madre del Señor, dándonos a entender el respeto que debemos a las madres. Pues, así como no conviene que los parientes se enteren de las cosas espirituales, así también conviene darles conocimiento de ellas, prefiriéndola a los demás cuando no se hayan de oponer. Por eso dice: "Como viese Jesús a su Madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo".Crisóstomo, ut supra.¡Con cuán alto honor honró al discípulo! Pero él se oculta con la moderación de su sabiduría; porque si hubiera querido vanagloriarse, hubiese expresado la causa por qué era amado, y es preciso convenir que el motivo era grande y admirable. Así es que Jesús nada más dijo a Juan, ni le consuela en su tristeza, porque no era el momento oportuno de hablar de consuelo. Pero no era poco distinguirle con tal honor, y como era conveniente procurar para su Madre, oprimida de dolor, alguno que le reemplazara (porque Jesús se iba), dejó este encargo al discípulo que amaba. Sigue: "Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre".San Agustín (4) in Ioannem, tract., 119.Esta es, sin duda, aquella hora en la que, habiendo de convertir el agua en vino, había respondido Jesús a su Madre: "Mujer, ¿qué hay común entre ti y mí? aun no ha llegado mi hora" (Jn 2,4). En aquella ocasión en que debía empezar a obrar milagros, no la reconoció como Madre de su divinidad, no siéndolo mas que de su débil humanidad, pero ahora que ya padece en su humanidad, honra con sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es una instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los oficios de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra de maestro la cruz en que estaba clavado.San Agustín, ut supra.Como proveía a su Madre, en cierto modo, de otro hijo por el que la dejaba, manifestó el motivo en las siguientes palabras: "Y desde aquella hora el discípulo la recibió como suya". ¿Pero en qué recibió Juan como suya a la Madre del Señor? ¿Acaso no era de los que habían dicho a Jesús: "He aquí que nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido" (Mt 19,27)? La recibió, no por sus propiedades (pues nada tenía propio), sino en los cuidados que solícito la había de dispensar.Notas1. "El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. 'Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte' (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión" (Catecismo de la Iglesia Católica, 964).2. El concilio de Efeso (431) enseña que "no nació primeramente un hombre vulgar de la santa Virgen, y luego descendió sobre El el Verbo; sino que unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esa manera (los padres) no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen".(1) Orígenes: 185 a 254 es uno de los primeros y más destacados eruditos de la Iglesia Primitiva. Fue uno de los Padres de la Iglesia. Nació en Alejandría, y fue discípulo de Clemente de Alejandría y de Ammonio Saccas. Orígenes enseñó el cristianismo a paganos y cristianos.(2) San Ambrosio: Tréveris, c. 340 - Milán, 397) fue un destacado obispo de Milán, y un importante teólogo y orador. Es uno de los padres del cristianismo y uno de los 33 doctores de la Iglesia Católica(3) Juan Crisóstomo nació en Antioquía (Siria), en el año 347. Juan fue bautizado en 370, a la edad de 23 años y fue ordenado lector (una de las órdenes menores de la Iglesia). Comenzó estudios con el filósofo Andragatio y continuó con Libanio, que entonces era un famoso orador y el más ferviente partidario del feneciente paganismo romano. Libanio quedó maravillado con la elocuencia de su discípulo y previó para el mismo una brillante carrera como estadista o legislador. Sin embargo, un encuentro con el obispo Meletio resultó decisivo en la vida de Juan, quien comenzó a estudiar teología con Diodoro de Tarso (uno de los líderes de la antigua escuela de Antioquía) mientras mantenía un ascetismo extremo.(4) San Agustín, Obispo de Hipona. Nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en el África romana. Su padre, llamado, Patricio, era aún pagano cuando nació su hijo. Su madre, Santa Mónica es puesta por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana y madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia. Su piedad y bondad probados aún bajo las circunstancias más adversas es puesta como modelo de vida cristiana. Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión cristiana y al ver como el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo el "hijo de las lágrimas de su madre".

La llaman “Dichosa”María es venerada en casi todos los rincones de la Tierra; no hay comunidad cristiana en la que no esté arraigada una devoción mariana, incluso, la Virgen María ha sido como “punta de arado” de la labor de evangelización en nuestra América y en otros pueblos, precisamente por ser la Madre de Dios, razón suficiente. Pero lamentablemente hay quien o quienes no ven o no quieren ver en María la gran obra que Dios hizo en Ella. No son pocas las veces que los hermanos separados tocan a las puertas de nuestra casa y tratan de confundirnos hablando de que María tuvo más hijos, pues dicen que el Evangelio habla de los “hermanos de Jesús”, por lo tanto, en su propaganda afirman que María no es Virgen y no debe ser objeto de nuestra veneración, porque incurrimos en idolatría. Éste y otros mensajes se difunden confundiendo a muchos católicos y degradando la tierna imagen de la Madre de Dios.A propósito de esto, cabe recordar que hace apenas un mes, apareció un controversial libro de texto sobre Historia Universal para alumnos de primero de secundaria, en el que abierta y deliberadamente se negaban algunas verdades sobre la Virgen María. Los católicos honramos y veneramos a María y forma parte fundamental de nuestra fe; ¿o es que acaso se puede querer al Hijo y despreciar a la Madre?... Es por eso que hoy, Semanario le ofrece un bosquejo de la devoción mariana a través de la historia y las verdades fundamentales que debemos conocer sobre la Madre de Jesucristo.Reconocimiento histórico a MaríaEl culto a María Santísima es tan antiguo como la historia de la misma Iglesia. La Maternidad divina de María está presente en el pensamiento cristiano ya desde los primeros siglos. En la Iglesia naciente, a María se la recuerda con el título de Madre de Jesús. Es el mismo Lucas quien, en los Hechos de los Apóstoles, le atribuye este título. “¿No es éste (...) el hijo de María?”, se preguntan los habitantes de Nazaret, según el relato del evangelista San Marcos (6, 3). “¿No se llama su madre María?” es la pregunta que refiere San Mateo (13, 55).Para los discípulos, María tiene un lugar muy especial y Ella les acompaña después de que Jesús muere. María es para ellos una persona única en su género: recibió la gracia singular de concebir al Salvador de la Humanidad, vivió mucho tiempo junto a Él, y en el Calvario, el Crucificado le pidió que ejerciera una maternidad espiritual con respecto a su discípulo predilecto y, por medio de él, la extendiera a toda la Iglesia.Los primeros cristianos captaron inmediatamente la importancia de esta verdad, que muestra el origen divino de Jesús, y la incluyeron entre las afirmaciones básicas de la fe. De estos primeros siglos destaca San Efrén, gran amante de la Virgen María, en cuyos escritos se ve la profunda veneración que ya se le tenía en el siglo IV. San Efrén compuso en el año 333, un poema formado por los más bellos títulos que los cristianos otorgaban a la Virgen: "Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la Tierra con el Cielo, eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra Abogada, nuestra Intercesora. Tú eres la Madre de Aquel que es el Ser más misericordioso y más bueno. ¡Haz que nuestra alma llegue a ser digna de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo. Amén!". También los llamados Padres de la Iglesia (hombres que se distinguieron por su santidad y sabiduría) hablan de María y le veneran. Gran cantidad de obras de arte, a través de los tiempos, se han realizado con motivo mariano: piezas musicales, literarias, pinturas, esculturas, conjuntos arquitectónicos. Todos los siglos han reconocido y exaltado a la Madre de Dios.Lo que Dios hizo con EllaA medida que ha ido caminando la historia, el culto mariano se ha ido fomentando y la figura de la Virgen María aparece en todos los momentos de la historia de la Iglesia como modelo de vida. En varias partes del mundo María ha querido hacerse presente Ella misma de manera prodigiosa para anunciar a su Hijo, convirtiéndose así en Evangelizadora. Los milagros de sus apariciones, han hecho que sea venerada por millones de fieles. Son elocuentes los hechos de Fátima, Lourdes, y la gloriosa aparición de la Virgen María en nuestras tierras, en 1531, cuando se presentó como la “Madre del verdadero Dios por quien se vive”. Y es el mismo Dios quien ha reconocido la grandeza de su Madre; baste con recordar el pasaje del Evangelio en el que Jesús dice: “Más dichosos son quienes escuchan mi Palabra y la ponen en práctica”... Jesús reconoce la grandeza de María no sólo por ser su madre sino, y ante todo, por escuchar la Palabra de Dios y hacerla vida.Una Mujer por descubrirEl amor y la devoción Mariana contribuyen a que el cristiano viva una vida más coherente y apegada a la verdad evangélica, porque la auténtica devoción nos lleva a escuchar a María que nos dice: “Hagan lo que Él les diga”. Ahora bien, un auténtica devoción crece y se fortalece cuando entendemos y valoramos las glorias y grandezas que enriquecen a María.La Iglesia, a través de la historia, inspirada en la Sagrada Escritura y en la tradición, ha proclamado algunos Dogmas en torno a la figura de María; un Dogma es una verdad de fe revelada que la Iglesia proclama como tal para la gloria de Dios. Todos los Dogmas tienen una fundamentación bíblico- teológica, y nacen de la Revelación misma de Dios.Concebida sin pecadoEste dogma afirma que María, siendo descendiente de Adán, por ser la Madre de Dios, fue liberada del pecado original.Fundamentación Bíblica:Aunque no hay en la Sagrada Escritura un texto explícito sobre este Misterio, sí existen algunas indicaciones, que tomadas por la tradición cristiana, ofrecen fundamentos para la definición del Dogma.En el Antiguo Testamento podemos constatar que:Aparece la figura de María, preparando la venida del Salvador, a través del texto:“Hará que haya enemistad entre ti y la mujer”... (Gn 3,15)La palabra "enemistad" entre el demonio y la mujer, afirma que ésta, María, estará libre de cualquier lazo original con el mal. La única mujer capaz de aplastar la cabeza al demonio, capaz de destruirlo es María, por medio de su descendencia: CRISTO, ya que Ella es libre de pecado.Y en el Nuevo Testamento se confirma que:María, desde el primer instante de su existencia, es poseedora de la Gracia a plenitud; razón por la cual el Ángel, al visitarla, la llama "Llena de Gracia" (Lc 1, 28). María es la única creatura descendiente de Adán que es Llena de Gracia, desde el primer instante que fue concebida; privilegio que le fue concedido por ser la futura Madre de Dios. El título que el Ángel le da a María, "Llena de Gracia", muestra que María no había sido tocada por el pecado.Así pues, el texto de Génesis habla de una mujer, María, que lleva una enemistad eterna con el mal, por lo cual el Ángel la llama "Llena de Gracia". Privilegio que Dios concedió únicamente a esta creatura por su futura maternidad.Fundamentación teológica:Los Padres de la Iglesia también mencionan el privilegio de la "Inmaculada Concepción":San Ireneo: "Eva desobedece a Dios por su incredulidad, lo que es superado por la grandeza de la fe de María". Por la desobediencia de Eva entra el pecado en el mundo; por la fe y posesión de la Gracia (carencia de pecado en María) el mundo es liberado del pecado.Santo Tomás: "A los que Dios elige para una misión determinada los prepara... La Virgen María fue elegida por Dios, para ser la Madre del Hijo de Dios, y no puede dudarse que la hizo perfecta para semejante misión". "La hizo perfecta" la hizo Inmaculada desde su Concepción, la hizo sin pecado, llena de Gracia".De esta definición podemos afirmar: De la descendencia de Adán sólo María fue preservada del pecado por singular privilegio.Siempre limpia, incorruptibleEste dogma proclama que María es Virgen, espiritual y corporalmente. La Virginidad perpetua de María se refiere principalmente a la corporal; la del alma es consecuencia de su pura Concepción. Su Virginidad es antes, en y después del parto.Fundamentación Bíblica:Antes del Parto. Está explícito en la Anunciación: "Al sexto mes..." (Lc 1, 26-27). El Ángel es enviado a una joven virgen... Mt 1, 18.20-25; el Ángel informa a José que María ha concebido por obra del Espíritu Santo. Lc 1,14; la pregunta de María revela su estado de virginidad. Lc 1,35; la explicación que el Ángel da a María muestra la Concepción singular y milagrosa: "Por obra del Espíritu Santo".En el Parto. Dio a luz a su Hijo sin perder su Virginidad por gracia de Dios. Según la definición en el catecismo del Padre Astete, podemos compararla con "El rayo de luz que pasa por el cristal, sin romperlo". La fe tampoco se resiste a admitir que el Nacimiento de Cristo haya sido milagroso. Muchos autores afirman que las profecías de Isaías (Is 7, 14) y el texto del nacimiento (Lc 2,7) en que María está en actividad, hacen referencia a un parto milagroso, de modo que María mantuviera su integridad virginal.Después del Parto. La objeción que puso María al Ángel fue por su Virginidad. ¿Cómo será esto?, indica el deseo de María por mantenerse intacta, deseo que no pudo ser cambiado radicalmente después del Nacimiento de Jesús. Esto indica que en María existió siempre un propósito de virginidad. Tampoco por parte de Dios se podría pensar que hubiera en Él, motivo alguno para hacer un milagro que conservara la virginidad de María, si Ella no pensara en conservarse después.Fundamentación teológica:Los Padres de la Iglesia, basándose en el Antiguo y Nuevo Testamento, defienden con radicalidad la concepción virginal de Cristo.San Agustín defiende la virginidad de María ante los judíos, haciendo un análisis de Is 7,14, en lo referente a su profecía sobre la concepción virginal. "La Virgen concebirá y dará a luz... Siendo virgen concebirá, siendo virgen dará a luz.Y San Justino afirma que la profecía de Isaías tiene cumplimiento con María y Cristo.Magisterio de la Iglesia. El Credo conocido como “Símbolo de los Apóstoles” profesa expresamente este Dogma: "Fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María, siempre Virgen..."Madre de DiosLa Inmaculada Concepción y la consagración virginal de María, la preparan para el objeto central de su misión: ser la Madre de Dios. Este dogma proclama que María es Madre de Dios, en sentido estricto, pues concibió y dio a luz a Jesús, quien es Dios. María es verdaderamente Madre de Dios y así debe llamársele. Fundamentación bíblica:Antiguo Testamento. Is 7, 14: “Una virgen va a dar a luz un hijo”... en otras palabras será madre, ya que aquella que concibe y da a luz a un hijo recibe este título: madreNuevo Testamento. La versión de la Anunciación es también un relato claro sobre la Maternidad Divina de María (Lc 1, 35). Es madre de alguien la persona que concibe y da a luz a alguien y María es Madre de Jesús que es Dios, entonces es Madre de Dios". La Maternidad de María es singular porque sobre Ella descendió el Espíritu Santo, que es Dios, y en María concibió al Hijo que existía desde el principio de los siglos. Su concepción es del Espíritu Santo (Mt 1, 20) Por tanto, no procedió de ningún varón y con esto queda excluido el hecho que Jesús sea Hijo de un hombre, sino por el contrario, si el Espíritu Santo es Dios y la concepción es obra suya, Jesús que es el ser engendrado, es Dios. Así lo confesamos en el Credo. (Gál 4, 4 "El Hijo de Dios, nace de una mujer").Fundamentación teológica:Antes del Concilio de Efeso algunos Santos Padres expusieron sus argumentos. San Atanasio: “Aquel Verbo que ha sido engendrado arriba del Padre, de manera innegable... incomprensible, eterna, es el mismo engendrado abajo en el “templo” de la Virgen María.Este Dogma fue proclamado en el Tercer Concilio Ecuménico en la ciudad de Efeso, presidido por San Cirilo de Alejandría en representación del Papa Celestino I en el año 431. Más tarde, otros Concilios apoyarían con firmeza esta doctrina. El último Concilio Ecuménico Vaticano II, dedica un capítulo a la Santísima Virgen Madre de Dios, y en el capítulo VIII de la Lumen Gentium (Luz de las gentes) n. 52 se ratifica la declaración hecha en Efeso en el año 431.El privilegio de ser la MadreEste dogma significa la glorificación corporal anticipada de la Virgen María después de su vida terrena, gracias a la cual encuentra aquel estado en que se hallarán los justos después de la resurrección final.Fundamentación bíblica:Poco se puede decir sobre esta base, ya que los textos bíblicos que la sostienen están implícitos en la Sagrada Escritura. El texto evangélico recurrente es el de Ap 12, 1.Fundamentación teológica:Pío XII, basado en la Sagrada Escritura, en la tradición y sentir del pueblo católico a lo largo de la historia, procedió a analizar el privilegio de la Asunción usando un método mixto.Pío XII afirmó que la Asunción, según cree la generalidad de los fieles, es consecuencia lógica de la Concepción Inmaculada. Esto nos muestra que se cierra con broche de oro la obra realizada en María, pues quien está unida a Cristo en la obra de la Salvación, unida está también en la Glorificación.María es la “Llena de Gracia”, por ende su cuerpo no puede sufrir corrupción.Si es única Inmaculada, será única Glorificada.El Papa Pío XII, también razonó así: “Los Padres de la Iglesia señalan a María unida a Cristo en la lucha contra el mal.Gn 3, 15 afirma que Cristo triunfa contra el mal.1Cor 15, 21-26 La victoria de Cristo contra el mal, es la victoria sobre la muerte.Así como María estuvo unida a Cristo en el triunfo sobre el mal, María, por voluntad y poder de Dios, debió vencer a la muerte.Por ello, el 1º de noviembre de 1950, el Papa Pío XII en la Constitución Apostólica "Munificentissimus Deus", declaró la Asunción con la siguiente fórmula: "Pronunciamos, declaramos y definimos ser Dogma de Revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste. Por eso, si alguno quiere negar o poner en duda voluntariamente lo que por Dios ha sido definido, sepa que ha caído de la fe Divina y católica..."Cuando se vive siendo madreEntrevista con una protagonista de la maternidad.

En Cristo los privilegios y las perfecciones de la humanidad tienen su razón y fundamento en la unión hipostática; en la santa Virgen María tienen su razón y fundamento en su unión espiritual y física con su Hijo Jesucristo.
Precisamente por su íntima unión espiritual y física con el Hijo, la Santa Virgen tiene un lugar singular y exclusivo en el proyecto de la economía de la Redención...
El Verbo eterno no tomó su naturaleza humana mediante una nueva creación, sino por su generación humana. Siempre que se habla de la Encarnación del Verbo, en la Sagrada Escritura y en la enseñanza de los Padres de la Iglesia, se habla a la vez, de la "Mujer" de la cual tomó la humana naturaleza. Porque el Verbo tuvo nacimiento terrenal de la Virgen María, ella tiene personalmente una relación objetiva en el designio divino de la Salvación; y por su relación personal con el divino Redentor, ella está en el Credo: "nacido de María la Virgen". Por su relación personal con el Hijo Jesucristo, tenemos una doctrina mariológica teológico-dogmática, cosa que no se da para ningún otro santo; y ¿por qué? Sencillamente porque los demás santos tienen, con respecto a nuestra salvación, una relación no personal, sino meramente funcional.
Es necesario, para una mejor comprensión, tener presente aquí lo que usted estudió, es decir, los tres órdenes que existen en el plan de Dios: el orden natural, el orden sobrenatural y el orden hipostático, ¿qué significa esto? Significa que una persona todavía no bautizada está a nivel meramente natural, esto es, tiene solamente los dones debidos a su naturaleza humana (inteligencia, voluntad, memoria, alma, una cabeza, dos piernas, dos ojos, etc...), cuando recibe el sacramento del Bautismo, entonces es elevado al orden sobrenatural porque se le participa de la vida sobrenatural, la vida de la gracia, la vida divina; somos partícipes de la naturaleza divina (Cf. 2 Pedro 1, 4), y entonces recibimos la filiación divina adoptiva que es una modificación real intrínseca en fuerza de la cual podemos hablar de una verdadera regeneración, es decir, de un verdadero nacimiento a la vida divina (nacidos de Dios ), de una semejanza de naturaleza con Dios y de una manera especial con la Persona divina del Hijo (hijos en el Hijo). La santa Virgen María está en estos dos órdenes por su naturaleza humana (orden natural) y por su plenitud de gracia (orden sobrenatural) y de manera absoluta, pero ella por su maternidad divina, por ser la verdadera Madre del Verbo divino fue elevada al orden hipostático, claro está, de una manera relativa, porque el orden hipostático absoluto es exclusivamente de Cristo, porque solamente en El subsisten las dos naturalezas (la humana y la divina) bajo la hipóstasis de la única persona divina del Verbo; pero la santa Virgen es verdadera Madre de esa única persona que tiene inseparablemente las dos naturalezas, así que Ella tiene con el Verbo una relación personal, objetiva, real, esencial (como ya dijimos); Ella es Madre de esta única persona en la línea de la naturaleza humana (la divina no puede tener madre), así que Ella tiene con la persona del Verbo encarnado esa relación intrínseca, directa e inevitable que existe entre una madre y su propio hijo.
La gracia santificante la eleva al orden sobrenatural otorgándole la gracia de la adopción filial; la gracia de la maternidad divina la eleva al orden hipostático con la finalidad de suministrar al Verbo eterno la naturaleza humana y dar al mundo el Salvador; esto da a María un lugar único e inaccesible en el plan de la Redención; y una dignidad personal que ninguna otra mujer podría alcanzar.
Solamente la Santa Virgen puede estar a ese nivel; y por eso el estudio de la mariología es un estudio teológico-dogmático.
María Madre de DiosEn sentido verdadero y propioEs de fe
Como ya dijimos, en Cristo Jesús los privilegios y las perfecciones de la humanidad tienen su razón y su origen en la unión hipostática; también las grandezas de María tienen su fundamento en esta unión, y le han sido concedidas en fuerza de esa unión. Es por ello que ponemos al vértice de la Mariología el privilegio que primero deriva de esa unión, esto es, la Maternidad divina, luego se tratará de los demás privilegios que de ése derivan o que son premisas o consecuencia, privilegios de gracia (p. Ej.: su inmaculada concepción), de honores (p. Ej.: su perpetua virginidad; su culto de hiperdulía); de gloria (p. Ej.: su asunción a los cielos en cuerpo y alma; reina de los Santos y de los Ángeles).
Así que el privilegio primero, central y fundamental es ser verdadera Madre de Dios; y en este hecho de la Maternidad divina se fundamentan todos los privilegios de María.
Es preciso notar y tenerlo bien presente que el nacimiento del Verbo de una mujer y de una mujer virgen no debe ser considerado una necesidad de parte de Dios; no hay motivos de estricta necesidad, porque no se puede hablar de necesidad en las obras de Dios ad extra; fue, pues, un acto libre de la divina sabiduría, por cuantos argumentos de convivencia se pueden encontrar y aducir, y de facto, la tradición de la Iglesia y la Escolástica los encontraron y los expusieron. Sin embargo, podía Dios, es cierto, tomar carne, en la que fuera mediador entre Dios y los hombres, de otra parte y no de la estirpe de aquel Adán que con su pecado encadenó al género humano, como antes creó al mismo Adán sin precedencia de estirpe. Pudo, pues, crear un hombre de esta o aquella manera, y en él vencer al vencedor del primer Adán; pero Dios juzgó más conveniente...
En pocas palabras, Dios habría podido salvar al mundo en tantas maneras, su infinita sabiduría y su omnipotencia podía encontrar muchos medios... de facto decreto que aconteciera así...
"Usted sabe que el pecado es el único límite a la actividad divina; y por ello, el Hijo de Dios no podía encarnarse siguiendo un camino moralmente no bueno o con alguna mediación culpable".
Ninguna obra humana, y por ende de suyo finita, podía merecer la Encarnación; nadie tenía mérito para exigirla o poder para realizarla.
Por tanto, cuando decimos que la Santa Virgen María "mereció llevar" al Salvador del mundo. Por ejemplo, rezamos o cantamos en nuestra Liturgia en lengua latina la Antífona Regina caeli: "Regina caeli, laetare, allelluia/ quia quem meruisti portare, allelluia/ resurrexit sicut dixit, allelluia..." (Alégrate, o Reina del Cielo, porque ha resucitado Aquel a Quien tú has merecido llevar en tu seno...), no es en el sentido que ella haya merecido ex condigno (en estricta justicia) que el mismo Señor de todos se encarnara, sino que en virtud de la gracia que le fue dada obtuvo un tan alto grado de pureza y de santidad que fue juzgada digna (de congruo) de poder ser la Madre de Dios.
Escritura
Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la Virgen María.
Isaías profetizó: "Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel" (7, 14); esta profecía se realizó en María que habiendo concebido virginalmente, dio a luz a Jesús, el Emmanuel, así atestigua san Mateo: "La generación de Jesús fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le darás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la Virgen concebirá y dará a luz, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros" (1, 18-23).
"Por lo pronto, tomamos aquí el texto de Isaías y de Mateo para demostrar que María es la verdadera Madre de Jesús; y por lo mismo tomamos los siguientes, luego a su debido tiempo y lugar, los retomaremos para demostrar otros privilegios de María, por ejemplo, su perpetua virginidad".
"Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo" (Mt 1, 16).
El Ángel dijo a María: "vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús" (Lc 1, 31).
"Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva" (Gal. 4, 4-5).
En el Evangelio María es llamada, ordinariamente, y repetidas veces, "Madre de Jesús" o simplemente "Madre suya" (de El) (Cf. p. ej.: Mt 1, 18; 2, 11; 13, 55; Mc ·, 31-32; 6, 3; Lc 2, 33-34. 48; Jn 2, 1; 19,26; Hch. 1, 14).
El hecho de que Jesús no llame a María con el nombre de "madre", sino de "mujer". "Jesús le responde: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora" (Jn 2, 4; ), "Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: <>" (19, 26), no es prueba de que El le niegue la cualidad de madre, como algunos ( v. gr. Docetas) quisieran deducir citando el texto de Mateo: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" (12, 48). Muy significativamente el mismo san Juan en los dos textos citados, no dice "María", sino que le da el glorioso título de "Madre de Jesús", título con que los primeros cristianos veneraban a la santa Virgen. Los dos textos (Caná y María a los pies de la cruz) dicen el papel trascendente que tendrá "su Madre" en la Iglesia. Cuando Jesús dice: "Todavía no ha llegado mi hora" (Jn 2,4), se refiere no a la hora de empezar a hacer milagros, pues efectivamente hace él los milagros, sino se refiere a su muerte y glorificación; y María está a un lado de su Hijo en la obra de la Redención. Así que cuando Jesús, estando crucificado, se dirige a su madre, llamándola "Mujer" y entregándola al discípulo, no está hablando como individuo particular, sino como Redentor universal, y entonces en el plano mesiánico no la llama "madre" porque con eso expresaría simplemente su piedad filial, sino que le dice "Mujer", porque estamos en el plano mesiánico, y María, su Madre, está en relación con la "Mujer" del Génesis (Cf. Gn. 2-3). Cristo es el Nuevo Adán y María la Nueva Eva, Madre de la humanidad redimida; y si sobre el Calvario es proclamada madre de la humanidad redimida, en Caná es y actúa como Madre solícita y poderosa intercesora en favor de sus hijos, los creyentes, dispensadora de las gracias de su Hijo Dios.
Y a propósito del texto de Mateo 12, 48, Jesús, a la pregunta: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?", Declara que su madre y sus hermanos son todos los que cumplan la voluntad de su Padre celestial (Cf. vv. 49-50). Podemos citar algunos otros textos evangélicos.
En pocas palabras decimos que a Jesús el Padre le encomendó la misión de la Redención de la humanidad; El es el Mesías, el Enviado del Padre, y todo lo hace y todo lo dice conforme al plano y a la voluntad del Padre; ahora bien, El antepone el plano mesiánico al plano humano en donde está su madre y sus parientes en la línea humano-temporal; no niega ni rechaza su parentesco, mucho menos a su madre, sino que podemos decir que por razones pedagógicas, no quiere debilitar de una manera u otra su misión divina con consideraciones de parentesco; y quiere que todos entiendan esto. Como Mesías depende solamente del padre celestial y se pone por encima de todo afecto natural.
Además, el Señor Jesús funda la familia sobrenatural cuyos vínculos no son ya los de la sangre, sino los vínculos de la fe y de amor. "A todos los que la recibieron (la Palabra) les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios" (Jn 1,12-13). "El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu" (Jn3, 5-6).
"Tú estás proclamando dichosa a mi madre terrenal, pero yo te digo que ella es dichosa, ciertamente, por ser mi madre en el sentido natural, histórico y fisiológico, pero es todavía más dichosa por ser mi Madre en el sentido espiritual, porque Ella, antes de ser mi madre terrenal y corporalmente, fue la humilde esclava del Señor, creyó, escuchó la Palabra, se abrió a la Palabra, la guardó en su corazón y la vivió; hizo la voluntad de Dios. Dichosa porque ha creído que se cumpliría todo lo dicho a Ella por el Señor" (Cf. Lc 1, 38. 48; 2, 51).
Esta claro, pues, que María es la verdadera madre de Jesús; ahora bien, Jesús el verdadero y eterno Hijo del Padre, verdadero Dios como el Padre y el Espíritu Santo. "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios... Y la palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 1. 14).
Magisterio
La verdad de la maternidad divina de María objetivamente profesada por la Iglesia desde los Evangelios, como acabamos de ver, y expresada por la misma en su Símbolo de los Apóstoles, cuya primera formulación encontramos ya en la segunda mitad del II siglo. "Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, nacido de María Virgen". (Cf. Ds 10ss.) El título formal de Madre de Dios (Qeot`koV - Dei Genetrix- <>) aparecerá más tarde, como veremos en el párrafo de la tradición.
Al negar Arrio la divinidad del Señor Jesús, consecuentemente se negaba la maternidad divina de María; si Jesús no era Dios, María no era madre de Dios. El Concilio de Nicea (325) condenó la herejía arriana y definió la divinidad del Señor Jesús. (Cf. DS 125-126).
A) Concilio de Éfeso (431, III ecuménico)
Nestorio afirmaba que en Cristo hay dos personas y que el Logos habita en el hombre Jesús como en un templo, negaba así la verdadera maternidad divina de María; Ella no sería Madre de Dios, sino que sería madre de Cristo en quien Dios habitó, sería portadora de Dios que estaba en el hombre Jesús; entonces si el Verbo no nació de María, Ella no es Madre de Dios, sino madre de un hombre (Vnqrwpot`koV, "Cristot`koV").
Intervino la Iglesia con el Concilio de Efeso , profesó y defendió la verdad de la maternidad divina de María y condenó la herejía nestoriana. "Si alguien no confiesa que el Emmanuel sea verdadero Dios (Qeon einai katV alZqeian ton WmmanuZl) y por consecuencia niega que la santa virgen sea madre de Dios (qeot`kon thn Vgian parqXnon)... sea anatema (Cf. DS 252).
"Porque no decimos que la naturaleza del Verbo se hizo carne mediante una transformación; ni que se transformó en un hombre completo compuesto de alma y cuerpo. Lo que afirmamos más bien es que el Verbo, habiendo unido personalmente (kaq bp`stasin ) consigo una carne animada con un alma racional, es hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre. Y esto, no por voluntad o benevolencia solamente, ni solamente por la asunción de un personaje (prosfpou). Y que las naturalezas unidas en una auténtica unidad son distintas; pero un solo Cristo e Hijo en las dos. No que se suprima por la unión la diferencia de naturaleza, sino que el encuentro de la divinidad con la humanidad en esta inefable y misteriosa unidad nos ofrece un solo Señor y Cristo e Hijo...
Porque no es que primero naciera de la santa Virgen un hombre corriente y después descendiera sobre él el Verbo. Lo que decimos es que unido desde el seno materno (a la naturaleza humana), se sometió a un nacimiento carnal, como quiera que hacía suyo el nacimiento de su propia carne... por eso ni dudaron (los Santos Padres) en llamar madre de Dios a la santa Virgen (qeot`kon eipein tºn Vgian parqXnon), no porque la naturaleza del Verbo o su divinidad tomara de la santa Virgen el principio de su ser, sino por que de ella se formó aquel sagrado cuerpo animado de una alma racional y al que se unió personalmente (kaq bp`stasin) el Logos que se dice engendrado según la carne" .
En el DS 250-251. El padre que más estruenamente defendió contra Nestorio la divina maternidad de María y que tuvo un papel de primer plano en el Concilio de Efeso, fue San Cirilo de Alejandría. El pueblo de Efeso tenía un amor y una devoción, y tan grandes, hacia la Virgen Madre de Dios que cuando escuchó la sentencia pronunciada por los Padre del Concilio, estallo en un inmenso júbilo, y los aclamó con grande y alegre efusión de ánimo, acompañándolos aquella noche con antorchas encendidas hasta sus moradas. También el pueblo de Roma, cuando llegaron las decisiones del Concilio el día de Navidad, celebró con grandes manifestaciones de regocijo y universal alegría, los acuerdos relativos a la Madre de Dios. Al parecer, fue en aquella ocasión cuando se añadió a la salutación angélica del Ave María, la segunda parte que empieza: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... Un año antes del Concilio de Efeso (Junio-Septiembre 431) el Pontífice Romano, Celestino I (423-432), había ya condenado la herejía de Nestorio.
"En la Encíclica Lux Veritatis el Papa Pío XI escribió con ocasión del XV centenario del Concilio de Efeso que proclamó la divina maternidad de María; recuerda el histórico acontecimiento, explica brevemente el dogma afirmado por el Concilio: la divina maternidad de María, repite que en María, Madre de Dios y Madre nuestra está puesta la esperanza de los individuos y de toda la Iglesia, e invoca su intercesión para el regreso de los hermanos separados".
En Jesucristo única es la Persona, y ésta es la divina, y entonces todos deben reconocer y venerar a la Bienaventurada Virgen María, como verdadera Madre de Dios.
B) Concilio de Calcedonia (451, IV ecuménico)
El Concilio de Calcedonia al expresar la dualidad de naturalezas en Cristo en la unicidad de la Persona del Verbo encarnado, condenado a los monofisitas y a los nestorianos, repite la verdad de la divina maternidad de María.
"Siguiendo, pues, a los santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre con alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (Hb 4, 15); nacido del Padre (Xk tou patroV gennhqXnta kata thn qe`thta) antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de María la Virgen, la Madre de Dios, según la humanidad (ek MariaV thV parqXnou thV qeot`kou kata thn Vnqrwp`thta). (Cf. DS 301).
Que se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas (en dbo fbsesin?? no? ek dbo fbsesin) (en , no ek ), sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación; la diferencia de naturalezas en ningún modo queda suprimida por la unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto (pr`swpon? ) y en una sola persona (bp`stasin ?). No partido o dividido en dos personas, sino que uno solo y el mismo, es Hijo unigénito Dios Verbo, Señor Jesucristo, como ya de antiguo lo enseñaron de él los profetas, como nos lo ha enseñado el mismo Jesucristo y como nos lo ha transmitido el símbolo de los Padres.
Habiendo, pues, redactado esta fórmula con toda exactitud y esmero en todos sus detalles, definió el santo Concilio ecuménico que a nadie sea lícito profesar otra fe distinta, ni siquiera escribirla, componerla, sentirla o enseñarla a los demás.
C) Concilio Constantinopolitano II ( Vº ecuménico, mayo- junio 553)
El verbo de Dios se encarnó de la santa gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María, y de ella nació (sarkwqXntoV ek thV VgiaV end`xou qeot`kou kai aeiparqXnou MariaV, kai genehqXntoV ex authV). La santa gloriosa siempre virgen (aeiparqXnon) María es en sentido propio (kbriwV? ) y verdaderamente (kata alºqeian? ) Madre de Dios (qeot`kon ?); si alguien niega esto, queda excomulgado.
D) Concilio Lateranense (octubre 649, no ecuménico)
"Si alguno no confiesa, de acuerdo con los santos Padre, en un sentido propio y verdadero (proprie et secundum veritatem), que la santa y siempre virgen e inmaculada María es propia y verdaderamente (specialiter et veraciter) Madre de Dios, como quiera que propia y verdaderamente concibió sin semen, por obra del Espíritu Santo, al mismo Dios-Verbo que nació del Padre antes de todos los siglos; y que lo dio a luz sin corrupción, permaneciendo su virginidad indisoluble, aun después del parto, sea condenado.
E) Concilio Constantinopolitano III (VIº ecuménico, noviembre 680- septiembre 681)
El Señor nuestro Jesucristo, nuestro verdadero Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, en los últimos tomó, por obra del Espíritu Santo, nació, según la humanidad, de la Virgen María (ek MariaV thV parqXnou) propia y verdaderamente Madre de Dios (thV kuriwV kai kata alºqeian qeot`kou ?).
Después del Concilio de Efeso y de Calcedonia el Magisterio repite la doctrina de la divina maternidad de María, dándole mayor relieve al subrayarla con terminología reforzadora. (LG 52).
F) Concilio Vaticano II (8 octubre de 1962 - diciembre de 1965, ecuménico XXI)
Los fieles, unidos a Cristo cabeza y en comunión con todos los santos, "deben venerar también la memoria en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo".
La Virgen María, que al anuncio del ángel, recibió al Verbo de Dios en su alma y en su cuerpo y dio la Vida al mundo, es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor. Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a El con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo.
"María, ensalzada, por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles, por ser madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Santísima Virgen es venerada con el título de "Madre de Dios", a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades. Por este motivo, principalmente a partir del Concilio de Efeso, ha crecido maravillosamente el culto del pueblo de Dios hacia María en veneración y en amor, en la invocación e imitación..."(L. G. 66).
Tradición
La Regula Fidei católica es el Magisterio, la Escritura y la Tradición. La Sagrada Escritura, que es el alma de la Teología y la tradición constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; y ésta por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente y lo explica fielmente. "Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora". Así que la tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros, porque están bajo la acción del único Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero. (Cf. D. V. 8. 10)
El cristiano se nutre también fructuosamente del estudio de los Santos Padres y Doctores y de los otros monumentos de la tradición, cuya contribución a la transmisión fiel y al desarrollo de cada una de las verdades de la revelación, hay que explicar a las personas en la enseñanza de la teología dogmática. (Cf. P. O. 19; O. T. 16)
La Iglesia apela a la Tradición, cuyos testigos vivos son los Santos Padres, como argumento fundamental, cuando se trata de dirimir cuestiones de la fe, en nuestro caso, la divina maternidad de María. "Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos..." (DS 301).
Cuando San Cirilo de Alejandría contra Nestorio apelaba a la Tradición diciendo que los Santos Padres no dudaron de llamar a la santa Virgen Madre de Dios (qeot`kon eipein thn agian parqXnon? ), objetivamente tenía razón, en cuanto la verdad de la divina maternidad de María está aceptada, profesada y defendida desde los principios; por ejemplo, el término "theotókos", está ya en germen en san Ignacio de Antioquia cuando dice que nuestro Dios Jesucristo fue llevado por María en su seno... (S, Ignacio de Antioquia, Carta a los Efesios 18,2).
Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. "Dios se mostró hecho hombre". Cristo es la Palabra (l`goV) de Dios. "Antes de los siglos estaba junto al Padre y se manifestó al fin de los tiempos"; engendrado y no engendrado (gennhtoV kai VgXnnhtoV), carnal y espiritual (sarkikoV kai pneumatik`V) que por nosotros se hizo visible (di hmaV orat`V), impasible (VpaqºV) que por nosotros se hizo pasible (di hmaV paqet`V) Hijo del hombre e hijo de Dios (bioV Vnqrñpou kai bioV qeou ). En la carne hecho Dios, en la muerte vida verdadera (en sarki gen`menoV qeoV, en qanVtç zwh Vlhqinº). Murió y resucitó verdaderamente clavado en favor nuestro en la carne (alhqwV... kaqhlomXnoV bper hmwn en sarki) y levanta la bandera por los siglos por medio de su resurrección (dia thV anastVsewV). Yo glorifico a Jesucristo Dios (doxVzw Iesoun Xriston Qe`n) y permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios (tou pVqouV tou Qeou mou). Hijo de Dios y de la Virgen María (ek MariaV kai ek qeou), antes pasible y luego impasible (prwton paqhtoV kai t`te apaqºV), nuestro Señor (IhsouV XristoV ` kbrioV ºmwn) hijo de Dios, nacido verdaderamente de una Virgen (mioV Qeou...gegennhmXnoV alhqwV ek parqXnou??)
Para san Ignacio Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre; su cristología es clara; Dios verdadero y hombre verdadero y Señor nuestro; el Hijo de Dios y Dios verdadero nació verdaderamente de la Virgen María, (San Ignacio contra los gnósticos docetas sostiene la realidad de la humanidad de Jesús y para ello, usa el término "sárx" (carne) para expresar que Cristo no era apariencia como andaban diciendo los docetas), y entonces la Virgen María es verdadera Madre de Dios, aunque no se usa el término formal "theot`kos".
También en san Justino, encontramos objetivamente el término "theotokos". El Hijo de Dios, que se llama Jesús, siendo Verbo del Padre, se hizo hombre por designio de Dios Padre y nació de una Virgen, y ésta Virgen es María. Jesucristo es eterno; Hijo de Dios; preexistente como Dios; es Dios; nuestro Señor y Maestro; es Dios y hay que adorarle; por designio del Padre nació de la Virgen hecho carne; El es eterno aunque vino para nacer hombre de la Virgen María; concebido por obra del Espíritu Santo en seno virginal de María; nació en Belén de María; crucificado y resucitado.
Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo de Dios e Hijo e María, y entonces María es verdadera Madre de Dios.
Para san Ireneo en la lucha contra los Gnósticos herejes profesa y defiende que Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre; Hijo único de Dios, Verbo del Padre, nuestro Señor uno solo y el mismo; el Verbo de Dios se hizo carne; Hijo de Dios e Hijo del hombre; el Verbo de Dios se hizo del hombre; como sólo El tuvo aquella generación esclarecida que procede del Altísimo Padre, así también sólo El tuvo aquella generación singular procedente de la Virgen y esta Virgen, sin dejar de ser virgen, dio a luz un Hijo, "Dios-con-nosotros"; el Verbo de Dios con justo título ha recibido de María, todavía virgen, esta generación que es la recapitulación de Adán; el Hijo de Dios se hizo verdadero hombre recibiendo la carne de María.
Está claro, pues, que también por san Ireneo la Virgen María es verdadera Madre de Dios, aunque no encontramos el término formal "theotokos".
Tertuliano también para defender la realidad de la encarnación del Verbo de Dios contra los Docetas, sostiene que el Verbo de Dios nació de una Virgen.
La norma de la fe es absolutamente una, sola, inmutable, irreformable: creer en un solo Dios todopoderoso, creador del mundo, y en Jesucristo, su Hijo nacido de la Virgen.
Este divino rayo de luz, como había sido profetizado con anterioridad, habiendo descendido a una virgen y habiéndose hecho carne humana en su seno, nació, siendo a la vez hombre y Dios. La señal del nacimiento sería nacer de un virgen hombre y Dios, hijo del hombre e hijo de Dios.
Jesucristo, el Hijo de Dios, nació de María Virgen por el Espíritu Santo. "Te damos gracias, OH Dios, por tu Hijo bienamado, Jesucristo, que nos enviaste en estos últimos tiempos como salvador, redentor y mensajero de tu designio. El es tu Verbo inseparable, por quien has creado todo, el cual, tu beneplácito, enviaste desde el cielo en el seno de una virgen y, habiendo sido concebido, se encarnó y manifestó como tu Hijo, nacido del Espíritu Santo y de la Virgen". (Cf. HIPOLITO DE ROMA, Tradición Apostólica, 4.21).
Pero ya con Orígenes (+ 254/5) aparece el término formal qeot`koV (Dei genetrix, Deipara y por lo tanto Mater Dei ), que se hará famoso y común, sea en el Magisterio sea en la tradición. (Se dice que fue Orígenes que acuñó y primero usó el término qeot`koV; como quiera este término ya existe y es de uso común en la segunda mitad del III siglo, y nació en ambiente alejandrino).
El Hijo unigénito de Dios, por razón de nuestros pecados, ha bajado del cielo a la tierra, haciéndose hombre semejante a nosotros en el padecer y naciendo de la Virgen María y del Espíritu Santo. El hacerse hombre se realizó no en apariencia o imaginariamente, sino con toda verdad. Cristo no pasó por la Virgen, como por un canal, sino que verdaderamente tomó carne de ella y en verdad fue por ella alimentado con su leche; como nosotros comió y como nosotros bebió. En efecto, si la encarnación hubiera sido una simple apariencia, hubiera resultado también aparente la salvación. Dio testimonio el Padre desde el cielo, y dio también el Espíritu Santo... testificó el arcángel Gabriel al anunciar a María; testificó la Virgen Madre de Dios.
En el seno de María se hizo niño aquel (el Verbo) que es igual al Padre desde la eternidad (ab aeterno). La Virgen María es Madre de Dios (Dei Mater) sin perder su virginidad (servata virginitate). En el útero de la Virgen María el Verbo se hizo perfecto hombre permaneciendo perfecto Dios (remanens Deus perfectus).
Nuestro Señor Jesucristo tomó verdadero cuerpo de la Madre de Dios María (ek thV qeot`kou MariaV)?.
Si nuestro Señor Jesucristo es Dios, es Madre de Dios la Virgen María que lo dio a luz "Me extraña, en gran manera, que haya alguien que tenga duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que nos transmitieron los discípulos del Señor, aunque no emplearon esta misma expresión.
La Virgen María no ha engendrado una naturaleza abstracta, sin subsistencia, sino una persona concreta, Jesucristo, el Hombre Dios, porque el ser concebido por una mujer es una persona, la relación de madre a hijo es relación de persona a persona. Yo le pregunto a usted, Pedro, y usted es una persona, ¿quién es su madre? Y me contesta indicándome a esa mujer, a esa persona, doña María.
Ahora bien, doña María engendró a una persona, un yo, Pedro, y Pedro está compuesto de alma y cuerpo, su madre proporcionó la materia, el cuerpo, no el alma que fue creada e infundida por Dios en el primer instante de su concepción, y así nació una persona humana; doña María es verdadera madre de Pedro-persona, aunque no fue ella que "engendró" su alma de él. Mi madre no me dio el alma, que fue creada por Dios, ni me dio la personalidad que supone esta creación, sin embargo, concibió y dio a luz a un hijo, a un hombre entero, compuesto de alma y cuerpo, dio a luz a mi que soy una persona, pues la persona subsiste en el compuesto humano.
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