domingo, 24 de agosto de 2008

LA CATOLICIDAD EN EL MARCO DOCTRINAL Y MAGISTERIAL

En un mundo tejido de prejuicios sociales, deseos de poder, ansias de división, ambición de prestigio, avaricia por el lucro editorial y aspiraciones de hacer prevalecer autoritarismos sectarios con carácter político de aquí o de allá, hablar o escribir acerca de lo que significa la catolicidad, o el ser católico, se presenta con algún grado de oscuridad; sobre todo cuando se pretende hacer radicar la propiedad de la catolicidad en individualismos elementales, gruperías excluyentes intraeclesiales, o automarginaciones colectivas y particulares parareligiosas.
De otra parte, en una percepción guiada por la búsqueda del bien común, acciones de servicio, orientación al bien moral, práctica de las virtudes, tendencia hacia la Verdad, la Unidad y la santidad; percepción propia de las almas iluminadas por el Espíritu de Dios: Hablar, pensar, predicar, y escribir sobre la catolicidad exige situarse en el marco de la doctrina y del magisterio eclesial, o de otra manera resultaríamos hablando de la catolicidad de una forma anticatólica, que es lo que muy a menudo sucede por el calor de las lámparas y la euforia de la multitudes en congresos y convenciones que llevan al predicador a decir lo que la muchedumbre en vivo o tele-evangélicamente quiere oír, y no lo que la Iglesia enviada por el espíritu le impone para manifestar.
Dicho sea de paso: Manifestar lo que el Espíritu de Dios impone sitúa al predicador, al sacerdote, al teólogo, al Papa, al catequista en desventaja social, porque ejercer la dimensión profética, incluye por lo general expresar lo que Dios imputa, o hace responsable a las sociedades, y las sociedades estructuradas institucionalmente se han elevado por sus miembros a un status de autosuficiencia tal, que están incapacitadas para entender la exhortación de la verdad, y se encuentran tan replegadas entre sí y dentro de sí mismas, que pretendiendo defenderse de aquél, resultan enfrentándose al mismo Señor que predican falsamente.
Para evitar el grado de oscuridad enunciado al inicio del presente artículo, y poder abordar con toda categoría de claridad la temática en cuestión, definiré sistemáticamente lo que la doctrina y el magisterio eclesiales precisan en orden a la catolicidad:
1 Creer que la Iglesia es “Santa” y “Católica”, y que es “Una” y “Apostólica” (como añade el Símbolo Nicenoconstantinopolitano) es inseparable de la fe en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el Símbolo de los Apóstoles, hacemos profesión de creer que existe una Iglesia Santa (“Credo…Ecclesiam”), y no de creer en la Iglesia para no confundir a Dios con sus obras y para atribuir claramente a la bondad de Dios todos los dones que ha puesto en su Iglesia. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica Nº 750).
Démonos cuenta que al profesar el Credo afirmamos creer que existe una iglesia “católica”, y al afirmar que es una, estamos reconociendo que es Indivisa, unitaria, Indivisible e íntegra, y que en ella hay unidad. En el Credo no afirmamos creer en la Iglesia Católica como única e impar; ya que la catolicidad es una propiedad y participación recibidas de Aquél que sí es el Único y en Quien creemos.
2. De manera admirable afirmamos que “Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica” (cfr C.I.C nº 830), y por tal razón “ la Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro” (cfr C.I.C nº 838); y aunque sea difícil comprender, hemos de aceptar que el género humano es Católico por definición ya que “los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al Pueblo de Dios de diversas maneras” (cfr C.I.C nº 839) y “ Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del Pueblo de Dios…A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, los demás cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios” (cfr C.I.C Nº 836), entre ellos los judíos “porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables (Rm 11,29 ) , y los musulmanes “que profesan la fe de Abraham y adoran con nosotros al Dios Único y misericordioso que juzgará a los hombres al fin del mundo”(cfr C.I.C nº 841); y “por eso este pueblo, uno y único , ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana…” (cfr Concilio Vaticano II, L.G nº 13,1); así que la Iglesia es católica desde el día de Pentecostés en razón a los piadosos venidos de todas las naciones (cfr. Hch 2,5)
3. En síntesis, la Iglesia es católica en un doble sentido: Porque Cristo está presente en ella, y porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano, y el sagrado misterio de la unidad garantiza que el género humano es católico, bien porque esté en Cristo, o bien porque se oriente hacia Él. De la misma forma que una persona no cambia su condición hereditaria por cambiar su apellido o su nombre con relación a su familia de origen, tampoco el ser humano puede cambiar su naturaleza de criatura en la que el Único Dios le hace católico. ¡Basta de soberbia! Nuestra catolicidad no depende de pertenecer a tal o cual grupo, ni tampoco se puede abjurar de la catolicidad, la llevamos simple y misteriosamente en la naturaleza aunque por exceso de confianza o por defecto de membresía la pisoteemos. La catolicidad no es un instrumento que los hombres puedan pretender seguir utilizando para armar bandos ideológicos y enfrentar a unos contra otros.
4. Considero que la acción apologética debe explorar y difundir esta verdad que bien entendida encierra lazos de fraternidad, y nos situaría frente a otro horizonte, por que frente a la pregunta ya resuelta:¿Cómo contribuir a la conversión de otros al catolicismo?; entendiendo misteriosamente que ya el Género humano es católico por designio de Dios, la nueva pregunta sería ¿Cómo y qué hacer para constituir estructuras nuevas e incluyentes que evidencien la catolicidad de todo el género humano?. Sin lugar a dudas la respuesta a esta pregunta hará remecer lo ya instituido, y el acercamiento cada vez más próximo entre diversas religiones y denominaciones es signo claro de la catolicidad que no pertenece sino a Dios y por Gracia la participa en doble sentido a todo el género humano.

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